«Este es el Cordero de Dios»
Señor, yo soy la oveja que, por andar tras mis placeres y caprichos, me he perdido miserablemente; mas Vos, Pastor y juntamente Cordero divino, sois aquel que habéis venido del cielo a salvarme, sacrificándoos cual víctima sobre la cruz en satisfacción de mis pecados. Si yo, quiero enmendarme, ¿qué debo temer? ¿Por qué no debo confiarlo todo de vos, mi Salvador, que habéis nacido de intento para salvarme? ¿Qué mayor señal de misericordia podíais darme?
Oh dulce Redentor mío, para inspirarme confianza, que daros vos mismo. Yo os he hecho llorar en el establo de Belén; pero si vos habéis venido a buscarme, yo me arrojo confiado a vuestros pies; y aunque os vea afligido y envilecido en ese pesebre, reclinado sobre la paja, os reconozco por mi Rey y Soberano. Oigo ya esos vuestros dulces vagidos, que me convidan a amaros, y me piden el corazón. Aquí le tenéis, Jesús mío. Hoy lo presento a vuestros pies; mudadlo, inflamadlo Vos, que a este fin habéis venido al mundo, para inflamar los corazones con el fuego de vuestro santo amor. Oigo también que desde ese pesebre me decís: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón». Y yo respondo ¡Ah, Jesús mío! Y si no amo a Vos, que sois mi Dios y Señor ¿a quién he de amar?
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