“Felices ustedes, los que ahora lloran”
Confiemos, esperemos, nosotros todos que lloramos, que derramamos lágrimas inocentes; esperemos, si lloramos los dolores de nuestro cuerpo o de nuestra alma: nos sirven de purgatorio, Dios se sirve de eso para […] que levantemos los ojos hacia él, nos purifiquemos y santifiquemos.
Confiemos todavía más si lloramos los dolores de otros, porque esta caridad nos es inspirada por Dios y le agrada; confiemos también si lloramos nuestros pecados, porque esta compunción la pone Dios mismo en nuestras almas. Confiemos todavía más si lloremos con un corazón puro los pecados de otros, porque este amor por la gloria de Dios y la santificación de las almas nos son inspiradas por Dios y esto es una gracia.
Confiemos, si lloramos por el deseo de ver a Dios y el dolor por estar separados de Él; porque este deseo amoroso es obra de Dios en nosotros. ¡Confiemos también si lloramos solamente porque amamos, sin desear ni temer nada, queriendo plenamente todo lo que Dios quiere y queriendo sólo esto, la dicha de su gloria, sufriendo de sus sufrimientos pasados, llorando unas veces de compasión por el recuerdo de su Pasión, y otras de alegría con el pensamiento de su Ascensión y de su gloria, y otras simplemente de emoción porque le amamos hasta morir de amor! Oh Jesús dulcísimo, hazme llorar por todo esto; hazme derramar todas las lágrimas que manifiesten mi amor hacia ti, por ti y para ti. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario