«Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti
antes que el mundo existiese»
Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti antes que el mundo existiese. ¿Ves cómo en estas palabras no pide el comienzo de la glorificación, sino la renovación de la que ya poseía antes, y que esto lo pide hablando como hombre? Además, que al Hijo se le ha dado todo en atención a la encarnación, cualquier estudioso podrá comprenderlo y deducirlo de numerosos textos de la Escritura, pero particularmente de aquella horrible visión de Daniel, en la cual dice haber visto a un anciano, sentado en el trono, y que miles y miles le servían y millones estaban a sus órdenes. Y añade: Y vi venir una especie de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano venerable y llegó hasta su presencia. A él le fue dado poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
¿No ves cómo aquí se nos describe detalladamente todo el misterio de la encarnación? ¿Ves en qué sentido se dice que el Hijo recibió el reino de manos del Padre? No se trata de la simple descripción del profeta, sino que nos asegura que apareció una especie de hombre. Como está escrito: Se despojó de su rango, pasando por uno de tantos, para que siendo el primero en regresar al reino, fuera para nosotros el principio y el camino hacia la gloria real. Y habiendo asumido una vida según la naturaleza humana, por nosotros se rebajó hasta la muerte de su cuerpo en beneficio de todos, para liberarnos de la muerte y de la corrupción, dada la semejanza que con nosotros tiene al haberse, en cierto modo, confundido con nosotros y haciéndonos partícipes de la vida eterna: así, aunque como Dios sea el Señor de la gloria, sin embargo ha cargado sobre sí con nuestra vergüenza, para reconducir la naturaleza humana al honor regio. De hecho, como dice Pablo, es el primero en todo: es el camino, la puerta, la primicia de todos nuestros bienes; el paso de la muerte a la vida, de la corrupción a la incorrupción, de la debilidad a la fortaleza, de la esclavitud a la adopción de los hijos de Dios, de la vergüenza y la ignominia al honor y la gloria regios.
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