“Cristo es la imagen del Dios invisible...; En él fueron creadas todas las cosas...;
todo lo ha creado Dios por él y para él.”
En el encuentro con el ciego de nacimiento, no se trataba únicamente de una palabra sino de una acción por la que el Señor le devolvió la vida. Jesús no actúa sin razonamiento ni al azar, sino para manifestar la mano de Dios que, al principio, había formado al hombre. Por esto, Jesús respondió a los discípulos que le preguntaban si era por culpa de este hombre o de sus padres, porque había nacido ciego, les contestó: “No ha sido ni un pecado suyo ni de sus padres...sino para que el poder de Dios pueda manifestarse en él” (cf Jn 9,3). El “poder” de Dios se manifiesta primeramente en la creación del hombre, porque la Escritura nos lo describe como una acción: “Dios tomó barro de la tierra y modeló al hombre” (Gn 2,7). Por esto, Jesús escupió en el suelo, hizo un poco de lodo con la saliva y lo extendió sobre los ojos del ciego” (cf Jn 9,6). Mostraba con esto cómo fue modelado el primer hombre, y, para los que eran capaces de comprender, manifestaba la mano de Dios que había modelado al hombre desde el lodo...
Y, porque en esta carne, modelada según Adán, el hombre había caído en la transgresión y tenía necesidad del baño del nuevo nacimiento (Tit 3,5), el Señor dijo al ciego de nacimiento: “Vete a lavar a la piscina de Siloé” (Jn 9,7). De esta manera le acordó al mismo tiempo la curación y el renacimiento por el baño. Después de haberse lavado “volvió y ya veía” para reconocer a aquel que le había regenerado y enterarse al mismo tiempo quien era el Señor que le había devuelto la vista...
Asimismo, el que en el principio había modelado a Adán a quien el Padre dijo: “hagamos al hombre según nuestra imagen y semejanza” (Gn 1,26), éste se ha manifestado a los hombres al final de los tiempos y ha remodelado los ojos de este descendiente de Adán.
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