viernes, 21 de febrero de 2020

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 22 de Febrero - «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»


        San Agustín de Hipona - Sermón: Garante de la universalidad y de la unidad Sermón 295, 1-2

«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» 

    El bienaventurado Pedro es el primero de los apóstoles, amador impetuoso de Cristo, de quien mereció escuchar: Y yo te digo que tú eres Pedro. El le había dicho: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo. Cristo le replicó: «Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré la fe que acabas de confesar. Sobre lo que acabas de decir: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo, edificaré mi Iglesia. Tú eres, pues, Pedro.» Pedro viene de «piedra», no «piedra» de Pedro. Pedro viene de «piedra», como «cristiano» de Cristo. ¿Quieres saber cuál es la piedra de la que recibe el nombre Pedro? Escucha a Pablo: No quiero que ignoréis, hermanos; es el apóstol de Cristo quien lo dice: No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres se hallaron bajo la nube, todos pasaron el mar y todos fueron bautizados con Moisés en la nube y en el mar; todos comieron el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual. Bebían, en efecto, de la piedra espiritual que los seguía. La piedra era Cristo. He aquí de dónde viene Pedro.

    Como sabéis, el Señor Jesús eligió antes de su pasión a sus discípulos, a quienes llamó apóstoles. Entre ellos sólo Pedro ha merecido personificar a toda la Iglesia casi por doquier. En atención a esa personificación de toda la Iglesia que sólo él representaba, mereció escuchar: Te daré las llaves del reino de los cielos. Estas llaves no las recibió un solo hombre, sino la unidad de la Iglesia. Por este motivo se proclama la excelencia de Pedro, porque era figura de la universalidad y unidad de la misma Iglesia cuando se le dijo: Te daré, lo que en realidad se daba a todos.

    Para que veáis que es la Iglesia la que recibió las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que en otro lugar dice el Señor a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quien perdonéis los pecados les quedarán perdonados, y a quienes se los retengáis les serán retenidos. Esto se refiere al poder de las llaves, del que se dijo: Lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo, y lo que atéis en la tierra será atado en el cielo.

    Pero lo de antes se dijo sólo a Pedro. Para ver que Pedro personificaba entonces a toda la Iglesia, escucha lo que se le dice a él, y en él a todos los santos fieles: Si un hermano tuyo peca contra ti, corrígele a solas. Si no te escucha, llama a otro o a otros dos, pues está escrito: «En boca de dos o tres testigos será firme toda palabra.» Si tampoco a ellos escucha, dilo a la Iglesia, y si ni a ella la escucha, sea para ti como un pagano y un publicano. En verdad en verdad os digo: lo que atéis en la tierra quedará atado también en el cielo, y lo que desatéis en la tierra será desatado también en el cielo.

    La paloma ata, la paloma desata Ata y desata el edificio levantado sobre la piedra. Teman los atados, teman los desatados. Los desatados teman ser atados; los atados oren para ser desatados. Cada uno está atado por los lazos de sus pecados. Fuera de esta Iglesia nada se puede desatar. A un muerto de cuatro días se le dice: Lázaro, sal fuera. Y salió del sepulcro, ligado de pies y manos con las vendas. El Señor despierta al muerto para que salga del sepulcro si toca el corazón para que salga fuera la confesión del pecado. Pero todavía está algo atado. En consecuencia, después que Lázaro salió del sepulcro, el Señor ordenó a sus discípulos, a quienes había dicho: Todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo: Desatadlo y dejadlo marchar. Lo resucitó personalmente y lo desató mediante sus discípulos.

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