El pueblo que andaba a oscuras vio una gran luz
Hermanos míos, nadie ignora que todos hemos nacido en las tinieblas y en tinieblas hemos vivido en el pasado. Pero, esforcémonos para no permanecer en ellas, ya que nos ha brillado el sol de justicia (Mi 3,20)...
Cristo ha venido para “iluminar a los que viven en sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (cf Lc 1,79). ¿De qué tinieblas hablamos? Todo lo que está en nuestra inteligencia, en nuestra voluntad o en nuestra memoria que no es Dios o no tiene su fundamento en Dios,-dicho de otra manera-, todo lo que hay en nosotros que no dé gloria a Dios y se interpone entre Dios y nosotros, es tiniebla... Por esto, Cristo, siendo la luz, nos ha traído la luz para que pudiéramos ver nuestros pecados y aborrecer nuestras tinieblas. Realmente, la pobreza que él ha escogido cuando no encontró sitio en el albergue es para nosotros la luz que nos da a conocer ya ahora la felicidad de los pobres de espíritu que van a heredar el Reino de los cielos (cf Mt 5,3).
El amor que Cristo nos demuestra instruyéndonos y aceptando por nosotros las pruebas del exilio, de la persecución, de las heridas y la muerte en cruz, el amor que le hizo orar por sus verdugos, es para nosotros la luz gracias a la cual podemos aprender también nosotros a amar a nuestros enemigos.
Cristo ha venido para “iluminar a los que viven en sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (cf Lc 1,79). ¿De qué tinieblas hablamos? Todo lo que está en nuestra inteligencia, en nuestra voluntad o en nuestra memoria que no es Dios o no tiene su fundamento en Dios,-dicho de otra manera-, todo lo que hay en nosotros que no dé gloria a Dios y se interpone entre Dios y nosotros, es tiniebla... Por esto, Cristo, siendo la luz, nos ha traído la luz para que pudiéramos ver nuestros pecados y aborrecer nuestras tinieblas. Realmente, la pobreza que él ha escogido cuando no encontró sitio en el albergue es para nosotros la luz que nos da a conocer ya ahora la felicidad de los pobres de espíritu que van a heredar el Reino de los cielos (cf Mt 5,3).
El amor que Cristo nos demuestra instruyéndonos y aceptando por nosotros las pruebas del exilio, de la persecución, de las heridas y la muerte en cruz, el amor que le hizo orar por sus verdugos, es para nosotros la luz gracias a la cual podemos aprender también nosotros a amar a nuestros enemigos.
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