«Una luz se levanta sobre los que habitan en el país de las tinieblas
y en sombras de muerte»
Jesús se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que el Señor había dicho por boca de Isaías: «... El pueblo que habitaba en las tinieblas ha visto levantarse una gran luz»... Seguramente que al hablar de la visión o mejor de levantarse una gran luz, Mateo quiere hacernos comprender la luminosa predicación del Salvador, el esplendor de la Buena Noticia del Reino de Dios; antes que otras han sido las tierras de Zabulón y de Neftalí las que la oyeron de la misma boca del Señor...
En verdad es en esta tierra que el Señor empezó a predicar, es en ellas que inauguró su predicación... Y los apóstoles, que fueron los primeros en ver esta luz verdadera en los territorios de Zabulón y de Neptalí, llegaron a ser ellos mismos «luz del mundo»... «Acrecentaste la alegría, continua el texto de Isaías, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín». Esta alegría será, efectivamente, la alegría de los apóstoles, «una alegría multiplicada», cuando «vendrán como segadores trayendo sus gavillas» «como se alegran al repartirse el botín», es decir, el diablo vencido...
En efecto, eres tú Señor y Salvador, que has quitado de sus hombros «el yugo que pesaba sobre ellos», ese yugo del diablo que, en otro tiempo, cuando en el mundo reinaba sobre todas las naciones haciendo doblegar las nucas bajo el yugo de una muy pesada esclavitud... Eres tú quien, sin ejército, sin efusión de sangre, en lo secreto de tu poder, has liberado a los hombres para ponerlos a tu servicio... Sí, el diablo será «quemado, devorado por el fuego eterno» porque «nos ha nacido un niño» el humilde Hijo de Dios «que lleva sobre sus hombros la insignia de su poder» puesto que, siendo Dios, puede, por sus propias fuerzas, poseer la primacía... Y «su poder se extenderá» porque reinará no sólo sobre los judíos como David, sino que su imperio se extenderá sobre todas las naciones «desde ahora y por siempre».
En verdad es en esta tierra que el Señor empezó a predicar, es en ellas que inauguró su predicación... Y los apóstoles, que fueron los primeros en ver esta luz verdadera en los territorios de Zabulón y de Neptalí, llegaron a ser ellos mismos «luz del mundo»... «Acrecentaste la alegría, continua el texto de Isaías, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín». Esta alegría será, efectivamente, la alegría de los apóstoles, «una alegría multiplicada», cuando «vendrán como segadores trayendo sus gavillas» «como se alegran al repartirse el botín», es decir, el diablo vencido...
En efecto, eres tú Señor y Salvador, que has quitado de sus hombros «el yugo que pesaba sobre ellos», ese yugo del diablo que, en otro tiempo, cuando en el mundo reinaba sobre todas las naciones haciendo doblegar las nucas bajo el yugo de una muy pesada esclavitud... Eres tú quien, sin ejército, sin efusión de sangre, en lo secreto de tu poder, has liberado a los hombres para ponerlos a tu servicio... Sí, el diablo será «quemado, devorado por el fuego eterno» porque «nos ha nacido un niño» el humilde Hijo de Dios «que lleva sobre sus hombros la insignia de su poder» puesto que, siendo Dios, puede, por sus propias fuerzas, poseer la primacía... Y «su poder se extenderá» porque reinará no sólo sobre los judíos como David, sino que su imperio se extenderá sobre todas las naciones «desde ahora y por siempre».
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