Ayer visité a un amigo que está enfermo. Tiene unos dolores muy fuertes en el pecho producto de la inflamación de los nervios. Como todo enfermo, me dio la definición de su enfermedad que le dieron los médicos (y que yo siempre me olvido, porque siempre son palabras técnicas muy raras). Estuvimos charlando un largo rato con el y su esposa: ambos son docentes y hacen música cristiana. Me habían pedido que les llevara la comunión ya que no podían asistir a la Misa del domingo. Yo llevé también los aceites y el ritual, decidido a celebrar también otro sacramento: el del consuelo de los enfermos. Cuando le sugerí recibir la Unción de los Enfermos el sonrió. Me comentó que en sus trabajos apostólicos como misionero se la había sugerido a muchos enfermos, pero que no la había pensado para él en ese momento. Entonces recordamos un ratito entre los tres el significado de este sacramento y luego lo celebramos.
La primera reacción que tiene el general de los católicos frente a este tema es negativa. Se piensa en la Unción de los Enfermos como la “extremaunción” (nombre que se le daba hasta los años 60 del siglo pasado). La consecuencia es que, cuando llega el sacerdote con los aceites, es signo de que ya se está moribundo. Por eso los familiares nos llaman cuando los enfermos están inconscientes, “para que no se asusten”. Con esto se pierden del fruto sacramental más importante: el consuelo y la fortaleza espiritual que da la presencia del Señor Resucitado en el corazón y en la vida.
Meditemos juntos sobre el tema. Empecemos por la Biblia. Los Evangelios nos muestran la actitud cercana y compasiva de Jesús hacia los enfermos. Las citas serían largas, así que los invito a tomar alguno de los evangelios y buscarlas por cuenta propia. En un momento, cuando envía a sus apóstoles a su primera misión, también les da esta orden: “sanad a los enfermos” (Mt 10,8). Una tarea que, ya en tiempos apostólicos, se fue realizando con un rito propio:
“¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.” (St 5,14-15)
Notemos como en este texto se habla de salvación espiritual y sanación corporal.
Con el tiempo este rito y las oraciones que lo acompañaban se fueron fijando. No nos detendremos en la historia. Simplemente les quiero compartir como se realiza hoy y, luego, detenerme en las cuatro oraciones que hablan de cuatro destinatarios distintos.
El rito comienza con un saludo inicial y una referencia al texto de la Carta de Santiago anteriormente citado. Luego se hace un acto penitencial para pedir perdón de los pecados. A continuación se proclama la Palabra de Dios y se hace una oración litánica pidiendo por el enfermo y por quienes están al cuidado de su salud que finaliza con la imposición de manos por parte del presbítero (sacerdote). Inmediatamente se hace una oración de bendición a Dios por su obra de salvación y pidiendo por quién será ungido. Llega el momento central de la celebración: allí se unge con el óleo de los enfermos de esta manera:
(Se unge la frente y se dice) “Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, Amén. (Se ungen las manos y se continúa) Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.”
Terminada la unción se hace una oración de petición, se reza el Padrenuestro y se da la bendición final. La oración de petición se elige según el estado del destinatario. Se las transcribo, empezando por la última, la cual se reza cuando el que recibe la unción está agonizante:
“Dios, Padre bueno, tú conoces la buena voluntad de cada hombre y estás siempre dispuesto a olvidar nuestros pecados y a perdonarlos por tu misericordia; compadécete de tu hijo(a) (N), que ahora lucha en su última agonía. Ungido(a) con el óleo santo y ayudado(a) por nuestra oración hecha con fe, reciba consuelo y alivio, obtenga el perdón de sus pecados y se sienta fortalecido(a) con los dones de tu amor. Por Jesucristo tu Hijo, vencedor de la muerte, que nos ha abierto las puertas de la gloria, y contigo vive y reina por los siglos de los siglos.” Amén.
Para quién está en peligro inminente de muerte, la oración que es esta:
“Señor Jesucristo, redentor de todos los hombres, que en tu pasión sobrellevaste nuestros dolores y soportaste nuestros sufrimientos, te pedimos humildemente por nuestro(a) hermano(a) (N), enfermo(a). Tú que lo has redimido, confórtalo(a) ahora también con la esperanza de su salvación y ayúdalo(a) en los sufrimientos de su cuerpo y en las angustias de su alma. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.” Amén.
Meditemos juntos sobre el tema. Empecemos por la Biblia. Los Evangelios nos muestran la actitud cercana y compasiva de Jesús hacia los enfermos. Las citas serían largas, así que los invito a tomar alguno de los evangelios y buscarlas por cuenta propia. En un momento, cuando envía a sus apóstoles a su primera misión, también les da esta orden: “sanad a los enfermos” (Mt 10,8). Una tarea que, ya en tiempos apostólicos, se fue realizando con un rito propio:
“¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.” (St 5,14-15)
Notemos como en este texto se habla de salvación espiritual y sanación corporal.
Con el tiempo este rito y las oraciones que lo acompañaban se fueron fijando. No nos detendremos en la historia. Simplemente les quiero compartir como se realiza hoy y, luego, detenerme en las cuatro oraciones que hablan de cuatro destinatarios distintos.
El rito comienza con un saludo inicial y una referencia al texto de la Carta de Santiago anteriormente citado. Luego se hace un acto penitencial para pedir perdón de los pecados. A continuación se proclama la Palabra de Dios y se hace una oración litánica pidiendo por el enfermo y por quienes están al cuidado de su salud que finaliza con la imposición de manos por parte del presbítero (sacerdote). Inmediatamente se hace una oración de bendición a Dios por su obra de salvación y pidiendo por quién será ungido. Llega el momento central de la celebración: allí se unge con el óleo de los enfermos de esta manera:
(Se unge la frente y se dice) “Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, Amén. (Se ungen las manos y se continúa) Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.”
Terminada la unción se hace una oración de petición, se reza el Padrenuestro y se da la bendición final. La oración de petición se elige según el estado del destinatario. Se las transcribo, empezando por la última, la cual se reza cuando el que recibe la unción está agonizante:
“Dios, Padre bueno, tú conoces la buena voluntad de cada hombre y estás siempre dispuesto a olvidar nuestros pecados y a perdonarlos por tu misericordia; compadécete de tu hijo(a) (N), que ahora lucha en su última agonía. Ungido(a) con el óleo santo y ayudado(a) por nuestra oración hecha con fe, reciba consuelo y alivio, obtenga el perdón de sus pecados y se sienta fortalecido(a) con los dones de tu amor. Por Jesucristo tu Hijo, vencedor de la muerte, que nos ha abierto las puertas de la gloria, y contigo vive y reina por los siglos de los siglos.” Amén.
Para quién está en peligro inminente de muerte, la oración que es esta:
“Señor Jesucristo, redentor de todos los hombres, que en tu pasión sobrellevaste nuestros dolores y soportaste nuestros sufrimientos, te pedimos humildemente por nuestro(a) hermano(a) (N), enfermo(a). Tú que lo has redimido, confórtalo(a) ahora también con la esperanza de su salvación y ayúdalo(a) en los sufrimientos de su cuerpo y en las angustias de su alma. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.” Amén.
Pero la Unción no es solamente para aquellos que ya están a la puertas de la muerte. Hay otros dos casos que deberían ser más frecuentes en la recepción de este sacramento. La vejez no es sinónimo de enfermedad. Pero como los achaques propios de la vida nos hacen débiles y necesitados del consuelo y la fortaleza del Señor, entonces también se le puede dar la Unción a un anciano(a). En ese caso la oración será:
“Señor, mira con bondad a nuestro(a) hermano(a) (N), que, sintiéndose débil a causa de sus años, deseaba recibir la santa Unción para bien de su cuerpo y de su alma. Que la gracia del Espíritu Santo lo(a) conforte, y así persevere firme en la fe y seguro(a) en su esperanza; que dé a todos ejemplo de paciencia y sea, para nosotros, un reflejo de aquella alegría que es fruto de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.” Amén.
El último caso que les presentamos, que en el ritual es la oración que está en primer lugar, es el caso del enfermo grave que, a causa de su enfermedad, quiere fortalecer su fe y esperanza, pero también restablecerse para volver a sus actividades cotidianas.
“Te rogamos, Redentor nuestro, que, con la gracia del Espíritu Santo, cures la debilidad de este enfermo, sanes sus heridas y perdones sus pecados. Aparta de él todo cuanto pueda afligir su alma y su cuerpo; por tu misericordia devuélvele la perfecta salud espiritual y corporal, para que, restablecido por tu bondad, pueda volver al cumplimiento de sus acostumbrados deberes. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”. Amén.
Esta última debería ser la celebración más frecuente. Es la oración que hicimos para mi amigo. Después de rezar juntos, seguimos conversando un rato largo, mate de por medio. En la charla surgieron proyectos para hacer juntos en cuestiones de música y viajes… Por eso quiero volver a hacerles la propuesta de Santiago: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.”
Fuente: Fabián Castro
“Señor, mira con bondad a nuestro(a) hermano(a) (N), que, sintiéndose débil a causa de sus años, deseaba recibir la santa Unción para bien de su cuerpo y de su alma. Que la gracia del Espíritu Santo lo(a) conforte, y así persevere firme en la fe y seguro(a) en su esperanza; que dé a todos ejemplo de paciencia y sea, para nosotros, un reflejo de aquella alegría que es fruto de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.” Amén.
El último caso que les presentamos, que en el ritual es la oración que está en primer lugar, es el caso del enfermo grave que, a causa de su enfermedad, quiere fortalecer su fe y esperanza, pero también restablecerse para volver a sus actividades cotidianas.
“Te rogamos, Redentor nuestro, que, con la gracia del Espíritu Santo, cures la debilidad de este enfermo, sanes sus heridas y perdones sus pecados. Aparta de él todo cuanto pueda afligir su alma y su cuerpo; por tu misericordia devuélvele la perfecta salud espiritual y corporal, para que, restablecido por tu bondad, pueda volver al cumplimiento de sus acostumbrados deberes. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”. Amén.
Esta última debería ser la celebración más frecuente. Es la oración que hicimos para mi amigo. Después de rezar juntos, seguimos conversando un rato largo, mate de por medio. En la charla surgieron proyectos para hacer juntos en cuestiones de música y viajes… Por eso quiero volver a hacerles la propuesta de Santiago: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados.”
Fuente: Fabián Castro
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