«Hará volver a numerosos hijos de Israel al Señor, su Dios»
Toda la vida del que fue el más grande de los nacidos de mujer, es una sucesión de milagros. Y no sólo la vida de Juan —profeta antes de nacer y máximo entre los profetas—, sino todo lo que a él se refiere, tanto antes de su nacimiento como después de su muerte, sobrepasa los verdaderos milagros. En efecto, las predicciones que de él hicieron los más preclaros profetas lo llaman no hombre, sino ángel, antorcha luciente, astro radiante dotado de luz divina, precursor del Sol de justicia y Voz del mismo Verbo de Dios.
¿Qué más cercano y afín a la Palabra de Dios que la Voz de Dios? Al acercarse su concepción, un ángel venido del cielo sana la esterilidad de Zacarías y de Isabel, prometiéndoles que en su avanzada vejez engendrarán un hijo los que eran estériles desde su juventud, y asegurándoles que muchos se alegrarían de aquel nacimiento, que traerá a todos la salvación. En efecto, será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; además se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá a muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor; con el espíritu y poder de Elías. Como éste, permanecerá virgen, habitará como él en el desierto y corregirá a los reyes y reinas culpables. Pero le superará principalmente por ser el Precursor de Dios, pues irá delante de él.
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