Jesús y Juan Bautista
De aquí es, que haciendo ver que no había omitido medio alguno para que ese pueblo tuviera la salud, pregunta: “¿A quién compararé yo esta generación?” Es decir, os demostré la vida licenciosa y no os quisisteis convencer. Nos hemos lamentado y no llorasteis. Esto es que Juan tuvo una vida dura y no le hicisteis caso. No dice: “Aquel ha hecho aquellas cosas y éste ha hecho éstas”, sino que nos habla de los dos igualmente, porque los dos tenían la misma intención. En este sentido añade, “vino Juan y no come ni bebe y decís, tiene el demonio; viene el Hijo del hombre, come y bebe, etc”.
Viene el Señor. Esto equivale a decir: “Juan y yo hemos venido por caminos diferentes y hemos hecho lo mismo, del mismo modo que unos cazadores que para caer sobre un solo animal lo persiguieran por caminos diferentes. Todo el mundo se admira del ayuno y de la vida penitente de Juan y porque quiso desde sus primeros años alimentarse de esta manera. No fue otro su objeto, que el que todos dispensaran confianza a sus palabras. También marchó el Señor por este camino cuando ayunó cuarenta días. Pero sin embargo, se valió de otro medio para atraer al pueblo a su fe. Porque era más digno que Juan, que había andado por este camino, diese testimonio de El, y no el que el mismo Señor lo hiciese. Juan no hace más que manifestar dos cosas: la vida y la justicia. Cristo tiene el testimonio de sus milagros. Dejando, pues, que brillase Juan en el ayuno, El siguió otro camino, asistiendo a la mesa de los publicanos, comiendo y bebiendo con ellos.
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