TIEMPO ORDINARIO
MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXIII
De la Feria. Salterio I
20 de noviembre
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: CON ENTREGA, SEÑOR, A TI VENIMOS
Con entrega, Señor, a ti venimos,
escuchar tu palabra deseamos;
que el Espíritu ponga en nuestros labios
la alabanza al Padre de los cielos.
Se convierta en nosotros la palabra
en la luz que a los hombres ilumina,
en la fuente que salta hasta la vida,
en el pan que repara nuestras fuerzas;
en el himno de amor y de alabanza
que se canta en el cielo eternamente,
y en la carne de Cristo se hizo canto
de la tierra y del cielo juntamente.
Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo,
el Señor Jesucristo, nuestro hermano,
y al Espíritu Santo, que, en nosotros,
glorifica tu nombre por los siglos. Amén
SALMODIA
Ant 1. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Salmo 17, 2-30 I- ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.
Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.
Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.
En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Ant 2. El Señor me libró porque me amaba.
Salmo 17 II
Entonces tembló y retembló la tierra,
vacilaron los cimientos de los montes,
sacudidos por su cólera;
de su rostro se alzaba una humareda,
de su boca un fuego voraz,
y lanzaba carbones ardiendo.
Inclinó el cielo y bajó
con nubarrones debajo de sus pies;
volaba sobre un querubín
cerniéndose sobre las alas del viento,
envuelto en un manto de oscuridad:
como un toldo, lo rodeaban
oscuro aguacero y nubes espesas;
al fulgor de su presencia, las nubes
se deshicieron en granizo y centellas;
y el Señor tronaba desde el cielo,
el Altísimo hacía oír su voz:
disparando sus saetas, los dispersaba,
y sus continuos relámpagos los enloquecían.
El fondo del mar apareció,
y se vieron los cimientos del orbe,
cuando tú, Señor, lanzaste el fragor de tu voz,
al soplo de tu ira.
Desde el cielo alargó la mano y me sostuvo,
me sacó de las aguas caudalosas,
me libró de un enemigo poderoso,
de adversarios más fuertes que yo.
Me acosaban el día funesto,
pero el Señor fue mi apoyo:
me sacó a un lugar espacioso,
me libró porque me amaba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. El Señor me libró porque me amaba.
Ant 3. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
Salmo 17 III
El Señor retribuyó mi justicia,
retribuyó la pureza de mis manos,
porque seguí los caminos del Señor
y no me rebelé contra mi Dios;
porque tuve presentes sus mandamientos
y no me aparté de sus preceptos;
Le fui enteramente fiel,
guardándome de toda culpa;
el Señor retribuyó mi justicia,
la pureza de mis manos en su presencia.
Con el fiel, tú eres fiel;
con el íntegro, tú eres íntegro;
con el sincero, tú eres sincero;
con el astuto, tú eres sagaz.
Tú salvas al pueblo afligido
y humillas los ojos soberbios.
Señor, tú eres mi lámpara;
Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.
Fiado en ti, me meto en la refriega;
fiado en mi Dios, asalto la muralla.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Señor, tú eres mi lámpara, tú alumbras mis tinieblas.
V. Todos quedaban maravillados.
R. De las palabras que salían de la boca de Dios.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Ezequiel 20,27-44
HISTORIA DE LA INFIDELIDAD DE ISRAEL
En aquellos días, el Señor me dirigió la palabra y me dijo:
«Hijo de hombre, habla así a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Vuestros padres me ofendieron cometiendo esta traición: Cuando los introduje en la tierra que con la mano en alto había jurado darles, al ver un collado alto, al ver un árbol copudo, allí hacían sus sacrificios, allí depositaban su irritante ofrenda, allí ponían sus oblaciones de aroma que aplaca, allí vertían sus libaciones. Entonces les pregunté: "¿Qué hay en ese altozano que frecuentáis?" Y se quedó con el nombre de "altozano" hasta el día de hoy.
Por tanto, dile a la casa de Israel: Esto dice el Señor: Os contamináis igual que vuestros padres, fornicáis con sus fetiches, ofrecéis a vuestros hijos pasándolos por el fuego, os seguís contaminando con vuestros ídolos, ¿y voy a dejarme consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida —oráculo del Señor—, juro que no me dejaré consultar. Jamás se realizarán los planes que estáis pensando: "Seremos como los demás pueblos, como las razas de otros países, sirviendo al palo y a la piedra."
Por mi vida —oráculo del Señor— juro que con mano poderosa, con brazo extendido, con cólera incontenible, reinaré sobre vosotros, y os sacaré de los países y os reuniré de entre las naciones por las que andáis dispersos, con mano poderosa, con brazo extendido, con cólera incontenible. Y os llevaré al desierto de los pueblos, para pleitear allí con vosotros cara a cara. Igual que pleiteé con vuestros padres, en el desierto de Egipto, así pleitearé con vosotros —oráculo del Señor—. Os haré pasar bajo el cayado, y os haré entrar uno a uno por el aro de la alianza; y excluiré a los rebeldes, que se sublevan contra mí; los sacaré del país de su destierro, pero no entrarán en la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy el Señor.
A vosotros, casa de Israel, esto os dice el Señor: Cada uno que vaya a servir a sus ídolos, si no quiere obedecerme; pero que no siga profanando mi santo nombre, con sus ofrendas idolátricas. Porque en mi santo monte, en el más alto monte de Israel —oráculo del Señor—, allí en la tierra, me servirá la casa de Israel toda entera. Allí los aceptaré, allí os pediré vuestros tributos, vuestras primicias y vuestros dones sagrados.
Como aroma que calma os aceptaré, cuando os saque de los países y os reúna de entre las naciones en las que estáis dispersos, y muestre en vosotros mi santidad a la vista de los gentiles. Y sabréis que yo soy el Señor cuando os lleve a la tierra de Israel, al país que con la mano en alto juré dar a vuestros padres. Allí, cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis, sentiréis asco de vosotros mismos por las maldades que cometisteis. Y sabréis que yo soy el Señor cuando os trate como exige mi nombre, no según vuestra mala conducta y vuestras obras perversas, casa de Israel —oráculo del Señor—.»
RESPONSORIO Ez 20, 44. 43, 37
R. Sabréis que yo soy el Señor cuando os trate como exige mi nombre, * cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis.
V. Os haré pasar bajo el cayado, y os haré entrar uno a uno por el aro de la alianza.
R. Cuando os acordéis de vuestra conducta y de las malas obras con que os contaminasteis.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 21, 1-4: CCL 41, 276-278)
EL CORAZÓN DEL JUSTO SE GOZARA EN EL SEÑOR
El justo se alegra con el Señor, espera en él, y se felicitan los rectos de corazón. Esto es lo que hemos cantado con la boca y el corazón. Tales son las palabras que dirige a Dios la mente y la lengua del cristiano: El justo se alegra, no con el mundo, sino con el Señor. Amanece la luz para el justo -dice otro salmo-, y la alegría para los rectos de corazón. Te preguntarás el porqué de esta alegría. En un salmo oyes: El justo se alegra con el Señor, y en otro: Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón.
¿Qué se nos quiere inculcar? ¿Qué se nos da? ¿Qué se nos manda? ¿Qué se nos otorga? Que nos alegremos con el Señor. ¿Quién puede alegrarse con algo que no ve? ¿O es que acaso vemos al Señor? Esto es aún sólo una promesa. Porque mientras vivimos estamos desterrados lejos del Señor y caminamos sin verlo, guiados por la fe.
Guiados por la fe, no por la clara visión. ¿Cuándo llegaremos a la clara visión? Cuando se cumpla lo que dice Juan: Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Entonces será la alegría plena y perfecta, entonces el gozo completo, cuando ya no tendremos por alimento la leche de la esperanza, sino el manjar sólido de la posesión. Con todo, también ahora, antes de que esta posesión llegue a nosotros, antes de que nosotros lleguemos a esta posesión, podemos alegrarnos ya con el Señor. Pues no es poca la alegría de la esperanza, que ha de convertirse luego en posesión.
Ahora amamos en esperanza. Por esto dice el salmo que el justo se alegra con el Señor. Y añade en seguida, porque no posee aún la clara visión: y espera en él.
Sin embargo, poseemos ya desde ahora las primicias del Espíritu, que son como un acercamiento a aquel a quien amamos, como una previa gustación, aunque tenue, de lo que más tarde hemos de comer y beber ávidamente.
¿Cuál es la explicación de que nos alegremos con el Señor, si él está lejos? Pero en realidad no está lejos. Tú eres el que hace que esté lejos. Ámalo y se te acercará; ámalo y habitará en ti. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna. ¿Quieres saber en qué medida está en ti, si lo amas? Dios es amor.
Me dirás: «¿Qué es el amor?» El amor es el hecho mismo de amar. Ahora bien, ¿qué es lo que amamos? El bien inefable, el bien benéfico, el bien creador de todo bien. Sea él tu delicia, ya que de él has recibido todo lo que te deleita. Al decir esto, excluyo el pecado, ya que el pecado es lo único que no has recibido de él. Fuera del pecado, todo lo demás que tienes lo has recibido de él.
RESPONSORIO
R. Antes de que veas lo que ahora no te es posible ver, acepta por la fe lo que aún no ves. * Camina guiado por la fe, para que llegues a la clara visión.
V. No gozará en la patria la felicidad producida por la visión plena quien no haya recibido en el camino la ayuda de la fe.
R. Camina guiado por la fe, para que llegues a la clara visión.
ORACIÓN.
OREMOS,
Señor, Dios nuestro, concédenos alegrarnos siempre en tu servicio, porque la profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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