«¿No es el hijo del carpintero?'... Y no hizo allí muchos milagros porque les faltaba fe.»
Por muy largo que sea el tiempo en que gozaré del aliento de vida que tú me has concedido, Padre santo, Dios todopoderoso, te proclamaré Dios eterno, pero también Padre eterno. Jamás me pondré como juez de tu omnipotencia y de tus misterios; jamás haré pasar mi conocimiento limitado por encima de la verdadera noción de tu infinitud; jamás afirmaré que en otro tiempo tú has existido sin tu Sabiduría, tu Poder y tu Verbo, Dios, el Único engendrado, mi Señor Jesucristo. Porque si el lenguaje humano es débil e imperfecto hablando de ti, no encogerá mi espíritu hasta el punto de reducir mi fe al silencio, por muy faltado que esté de palabras capaces de expresar el misterio de tu ser...
En las mismas realidades de la naturaleza hay muchas cosas de las cuales no conocemos la causa, sin ignorar, sin embargo, los efectos. Y cuando por nuestra propia naturaleza no sabemos qué decir de las cosas, nuestra fe se tiñe de adoración. Si contemplo el movimiento de las estrellas..., el flujo y reflujo del mar..., el poder escondido en la más pequeña de las semillas..., mi ignorancia me ayuda a contemplar, porque si no comprendo a esta naturaleza que está a mi servicio, discierno tu bondad por el mero hecho de que está ahí para servirme. Yo mismo percibo que no me conozco, pero por eso mismo te admiro todavía más... Me has dado el poder razonar y la vida y mis sentidos de hombre que me hacen gozar tanto, pero no llego a comprender cuál ha sido mi principio como hombre.
Es pues no conociendo lo que me envuelve que capto lo que tú eres; y percibiendo lo que eres, te adoro. Por eso mismo, tratándose de tus misterios, el hecho de no comprenderlos no hace que decrezca mi fe en tu omnipotencia... El nacimiento de tu Hijo eterno sobrepasa a la misma noción de eternidad, es anterior a los tiempos eternos. Antes de que nada existiera por ti, Dios Padre, el Hijo salía de ti; es verdadero Dios... Jamás tu has existido sin él... Tú eres el Padre eterno de tu Hijo Engendrado antes de los tiempos eternos.
En las mismas realidades de la naturaleza hay muchas cosas de las cuales no conocemos la causa, sin ignorar, sin embargo, los efectos. Y cuando por nuestra propia naturaleza no sabemos qué decir de las cosas, nuestra fe se tiñe de adoración. Si contemplo el movimiento de las estrellas..., el flujo y reflujo del mar..., el poder escondido en la más pequeña de las semillas..., mi ignorancia me ayuda a contemplar, porque si no comprendo a esta naturaleza que está a mi servicio, discierno tu bondad por el mero hecho de que está ahí para servirme. Yo mismo percibo que no me conozco, pero por eso mismo te admiro todavía más... Me has dado el poder razonar y la vida y mis sentidos de hombre que me hacen gozar tanto, pero no llego a comprender cuál ha sido mi principio como hombre.
Es pues no conociendo lo que me envuelve que capto lo que tú eres; y percibiendo lo que eres, te adoro. Por eso mismo, tratándose de tus misterios, el hecho de no comprenderlos no hace que decrezca mi fe en tu omnipotencia... El nacimiento de tu Hijo eterno sobrepasa a la misma noción de eternidad, es anterior a los tiempos eternos. Antes de que nada existiera por ti, Dios Padre, el Hijo salía de ti; es verdadero Dios... Jamás tu has existido sin él... Tú eres el Padre eterno de tu Hijo Engendrado antes de los tiempos eternos.
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