TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XXI
De la memoria.
29 de agosto
EL MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA. (MEMORIA).
OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Venid, adoremos al Cordero de Dios a quien Juan precedió en el martirio.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
Himno: PROFETA DE SOLEDADES
Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras
para fustigar mentiras
y para gritar verdades.
Sacudiste el azote
ante el poder soberbio;
y ante el Sol que nacía
se apagó tu lucero.
Por fin, en un banquete
y en el placer de un ebrio,
el vino de tu sangre
santificó el desierto.
Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras
para fustigar mentiras
y para gritar verdades. Amen.
SALMODIA
Ant 1. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Salmo 17, 31-51 IV - EL SEÑOR REVELA SU PODER SALVADOR
Perfecto es el camino de Dios,
acendrada es la promesa del Señor;
él es escudo para los que a él se acogen.
¿Quién es dios fuera del Señor?
¿Qué roca hay fuera de nuestro Dios?
Dios me ciñe de valor
y me enseña un camino perfecto;
él me da pies de ciervo,
y me coloca en las alturas;
él adiestra mis manos para la guerra,
y mis brazos para tensar la ballesta.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. La promesa del Señor es escudo para los que a ella se acogen.
Ant 2. Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Salmo 17 V
Me dejaste tu escudo protector,
tu diestra me sostuvo,
multiplicaste tus cuidados conmigo.
Ensanchaste el camino a mis pasos
y no flaquearon mis tobillos;
yo perseguía al enemigo hasta alcanzarlo;
y no me volvía sin haberlo aniquilado:
los derroté, y no pudieron rehacerse,
cayeron bajo mis pies.
Me ceñiste de valor para la lucha,
doblegaste a los que me resistían;
hiciste volver la espalda a mis enemigos,
rechazaste a mis adversarios.
Pedían auxilio, pero nadie los salvaba;
gritaban al Señor, pero no les respondía.
Los reduje a polvo, que arrebataba el viento;
los pisoteaba como barro de las calles.
Me libraste de las contiendas de mi pueblo,
me hiciste cabeza de naciones,
un pueblo extraño fue mi vasallo.
Los extranjeros me adulaban,
me escuchaban y me obedecían.
Los extranjeros palidecían
y salían temblando de sus baluartes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Tu diestra, Señor, me sostuvo.
Ant 3. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
Salmo 17 VI
Viva el Señor, bendita sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y Salvador:
el Dios que me dió el desquite
y me sometió los pueblos;
que me libró de mis enemigos,
me levantó sobre los que resistían
y me salvó del hombre cruel.
Por eso te daré gracias entre las naciones, Señor,
y tañeré en honor de tu nombre:
tú diste gran victoria a tu rey,
tuviste misericordia de tu Ungido,
de David y su linaje por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Viva el Señor, sea ensalzado mi Dios y Salvador.
V. Ábreme, Señor, los ojos.
R. Y contemplaré las maravillas de tu voluntad.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Efesios 6, 1-9
DEBERES EN LA VIDA DOMÉSTICA
Vosotros, hijos, obedeced a vuestros padres, como lo quiere el Señor, pues esto es lo justo: «Honra a tu padre y a tu madre.» Éste es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: «Para que te vaya bien y vivas muchos años sobre la tierra.»
Y los padres, por vuestra parte, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos y educadlos según el espíritu del Señor.
Esclavos, obedeced a vuestros amos de este mundo con solicitud y respeto, con sinceridad de corazón, como a Cristo. Servidles no sólo cuando están delante, como si buscaseis agradar a los hombres, sino como auténticos esclavos de Cristo, cumpliendo de corazón la voluntad de Dios; servidles con buena voluntad, como quien sirve al Señor y no a los hombres, sabiendo que cada cual, sea esclavo o libre, recibirá la recompensa del Señor conforme al bien que haya realizado.
Y los amos, por vuestra parte, haced otro tanto con ellos; dejad a un lado las amenazas, sabiendo que el Señor de unos y otros está en los cielos y que en él no hay acepción de personas.
RESPONSORIO 1Co 7, 22-23; cf. Ga 3, 28
R. El que, siendo esclavo, ha sido convocado en el Señor es un liberto del Señor; y el que, siendo libre, ha sido convocado es un esclavo de Cristo. * Habéis sido comprados a precio; no os hagáis esclavos de los hombres.
V. Ya no hay distinción entre judío y gentil, ni entre libre y esclavo: todos somos uno en Cristo Jesús.
R. Habéis sido comprados a precio; no os hagáis esclavos de los hombres.
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de san Beda el Venerable, presbítero
(Homilía 23: CCL 122, 354. 356-357)
PRECURSOR DEL NACIMIENTO Y DE LA MUERTE DE CRISTO
El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura, aunque, a juicio de los hombres, haya sufrido castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad. Con razón celebramos su día natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.
No debemos poner en duda que san Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, si trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.
Cristo, en efecto, dice: Yo soy la verdad; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión futura del Señor.
Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio. Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de «lámpara que arde y que ilumina»; fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él. Mas a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.
La muerte -que de todas maneras había de acaecerle por ley natural- era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien lo dice el Apóstol: Dios os ha dado la gracia de creer en Jesucristo y aun de padecer por él. El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo: Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros.
RESPONSORIO Mc 6, 17. 27
R. Herodes había mandado prender a Juan y, cargándolo de cadenas, lo metió en la cárcel, * por instigación de Herodías, la mujer de su hermano, con la cual se había casado.
V. Y envió a uno de sus guardias, que lo decapitó en la cárcel.
R. Por instigación de Herodías, la mujer de su hermano, con la cual se había casado.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que quisiste que san Juan Bautista fuera el precursor de tu Hijo, tanto en su nacimiento como en su muerte, concédenos que, así como él dio su vida por dar testimonio de la verdad y de la justicia, así también nosotros entreguemos generosamente la nuestra al testimonio y servicio del Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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