«A sus ovejas las llama por su nombre»
«Yo soy la puerta de las ovejas»: nuestro Señor dice que es la puerta del aprisco. ¿Qué es, pues, este aprisco, este cercado, del cual Cristo es la puerta? Es el corazón del Padre en el cual y del cual Cristo es verdaderamente una puerta digna de amor, él que nos de-selló y abrió el corazón hasta entonces cerrado a todos los hombres. En este rebaño, se reúnen todos los santos. El pastor es el Verbo eterno; la puerta es la humanidad de Cristo; por las ovejas de esta casa, entendemos las almas humanas, pero los ángeles también pertenecen a este rebaño; el portero, es el Espíritu santo, porque toda verdad comprendida y expresada viene de él.
¡Con qué amor y qué bondad, nos abre la puerta del corazón del Padre y nos da sin cesar acceso al tesoro escondido, a las moradas secretas y a la riqueza de esta casa! Nadie puede imaginar y comprender cuán acogedor es Dios, presto para recibir, deseoso, teniendo sed de hacerlo, y cómo va delante nuestro en cada instante y a cada hora... Oh hijos míos, como permanecer obstinadamente sordo a esta amorosa invitación...: no le neguemos tan a menudo acudir esta invitación. Cuántas invitaciones y llamadas del Espíritu santo son rechazadas; ¡nos negamos, a causa de todo tipo de cosas de aquí abajo! Queremos tan a menudo otra cosa y no este lugar, en donde Dios quiere tenernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario