viernes, 3 de mayo de 2019

LITURGIA DE LAS HORAS - OFICIO DE LECTURA



TIEMPO PASCUAL
SÁBADO DE SEMANA II
Del Común de la Santísima Virgen María. I Vísperas del Domingo III de Pascua

4 de mayo

NUESTRA SEÑORA DEL VALLE (MEMORIA)
En 1620 los indios calchaquíes comenzaron a honrar a su modo, en la cueva de Choya, la imagen de la Virgen María, a quien el vasco Manuel de Salazar, agradecido por los beneficios recibidos, le erigió una capilla (1660) que, con el correr de los tiempos, se transformaría en la actual Catedral de Catamarca (1910). Fue coronada con áurea corona por mandato de León XIII en 1981.


OFICIO DE LECTURA

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Venid, adoremos a Cristo, Hijo de María Virgen. Aleluya.

Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: BROTÓ DE TI LA GRACIA Y NUESTRA VIDA

Brotó de ti la gracia y nuestra vida,
oh Virgen manantial de toda dicha,
cuando igual que la madre primeriza
fuiste madre con gritos de alegría.

Mujer de aldea y madre de los hombres,
mujer de grandes gozos y dolores,
¡cómo esperan de ti los corazones,
porque eres la más pobre de las pobres!

El Rey de paz te acoge, en ti se goza,
y en tu virginidad sella su gloria;
¡cante el mundo y la Iglesia deseosa
al Señor que de gracia te corona! Amén.

SALMODIA

Ant 1. Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. Aleluya.

Salmo 105 I - BONDAD DE DIOS E INFIDELIDAD DEL PUEBLO A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN

Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.

¿Quién podrá contar las hazañas de Dios,
pregonar toda su alabanza?
Dichosos los que respetan el derecho
y practican siempre la justicia.

Acuérdate de mí por amor a tu pueblo,
visítame con tu salvación:
para que vea la dicha de tus escogidos,
y me alegre con la alegría de tu pueblo,
y me gloríe con tu heredad.

Hemos pecado como nuestros padres,
hemos cometido maldades e iniquidades.
Nuestros padres en Egipto
no comprendieron tus maravillas;

no se acordaron de tu abundante misericordia,
se rebelaron contra el Altísimo en el mar Rojo,
pero Dios los salvó por amor de su nombre,
para manifestar su poder.

Increpó al mar Rojo, y se secó,
los condujo por el abismo como por tierra firme;
los salvó de la mano del adversario,
los rescató del puño del enemigo;

las aguas cubrieron a los atacantes,
y ni uno sólo se salvó:
entonces creyeron sus palabras,
cantaron su alabanza.

Bien pronto olvidaron sus obras,
y no se fiaron de sus planes:
ardían de avidez en el desierto
y tentaron a Dios en la estepa.
Él les concedió lo que pedían,
pero les mandó un cólico por su gula.

Envidiaron a Moisés en el campamento,
y a Aarón, el consagrado al Señor:
se abrió la tierra y se tragó a Datán,
se cerró sobre Abirón y sus secuaces;
un fuego abrasó a su banda,
una llama consumió a los malvados.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Acuérdate de nosotros, Señor, visítanos con tu salvación. Aleluya.

Ant 2. No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros.

Salmo 105 II

En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición,
cambiaron su Gloria por la imagen
de un toro que come hierba.

Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam,
portentos junto al mar Rojo.

Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él
para apartar su cólera del exterminio.

Despreciaron una tierra envidiable,
no creyeron en su palabra;
murmuraban en las tiendas,
no escucharon la voz del Señor.

El alzó la mano y juró
que los haría morir en el desierto,
que dispersaría su estirpe por las naciones
y los aventaría por los países.

Se acoplaron con Baal Fegor,
comieron de los sacrificios a dioses muertos;
provocaron a Dios con sus perversiones,
y los asaltó una plaga;

pero Finés se levantó e hizo justicia,
y la plaga cesó;
y se le apuntó a su favor
por generaciones sin término.

Lo irritaron junto a las aguas de Meribá,
Moisés tuvo que sufrir por culpa de ellos;
le habían amargado el alma,
y desvariaron sus labios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No olvidéis la alianza que el Señor, vuestro Dios, pactó con vosotros.

Ant 3. Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.

Salmo 105 III

No exterminaron a los pueblos
que el Señor les había mandado;
emparentaron con los gentiles,
imitaron sus costumbres;

adoraron sus ídolos
y cayeron en sus lazos;
inmolaron a los demonios
sus hijos y sus hijas;

derramaron la sangre inocente
y profanaron la tierra ensangrentándola;
se marcharon con sus acciones
y se prostituyeron con sus maldades.

La ira del Señor se encendió contra su pueblo,
y aborreció su heredad;
los entregó en manos de gentiles,
y sus adversarios los sometieron;
sus enemigos los tiranizaban
y los doblegaron bajo su poder.

Cuántas veces los libró;
mas ellos, obstinados en su actitud,
perecían por sus culpas;
pero él miró su angustia,
y escuchó sus gritos.

Recordando su pacto con ellos,
se arrepintió con inmensa misericordia;
hizo que movieran a compasión
a los que los habían deportado.

Sálvanos, Señor, Dios nuestro,
reúnenos de entre los gentiles:
daremos gracias a tu santo nombre,
y alabarte será nuestra gloria.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
desde siempre y por siempre.
Y todo el pueblo diga: «¡Amén!»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, y reúnenos de entre los gentiles. Aleluya.

V. Dios nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva. Aleluya.
R. Por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Aleluya.

PRIMERA LECTURA

Del libro del Apocalipsis 5, 1-14

VISIÓN DEL CORDERO

Yo, Juan, vi, a la derecha del que estaba sentado en el trono, un libro escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso que gritaba a grandes voces:

«¿Quién es digno de abrir el libro y romper sus sellos?»

Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni ver su contenido. Yo lloraba mucho, porque no se encontró a nadie digno de abrir el libro y de ver su contenido. Pero uno de los ancianos me dijo:

«No llores más. Mira que ha vencido el león de la tribu de Judá, el vástago de David, y él puede abrir el libro y sus siete sellos.»

Y vi en medio, donde estaban el trono y los cuatro seres y en medio de los ancianos, un Cordero en pie y como degollado. Tenía siete cuernos y siete ojos, es decir: los siete espíritus de Dios, enviados por toda lá tierra. Vino y tomó el libro de la diestra del que estaba sentado en el trono. Y, cuando lo hubo tomado, los cuatro seres y los veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero, teniendo cada uno su cítara y sus copas de oro llenas de incienso, que significaban las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico nuevo, diciendo:

«Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y por tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes y reinan sobre la tierra.»

Y tuve otra visión. Y oí un coro de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres y de los ancianos. Y era su número miríadas de miríadas y millares de millares. Y aquel coro inmenso de voces decía:

«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fuerza y el honor, la gloria y la
alabanza.»

Y todas las crea turas que existen en el cielo y sobre la tierra y debajo de la tierra y en el mar, y todo cuanto en
ellos se contiene, oí que decían:

«Al que se sienta en el trono y al Cordero la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos.»

Y los cuatro seres respondían:

«Amén.»

Y los ancianos cayeron de hinojos y rindieron adoración al que vive por todos los siglos.

RESPONSORIO Ap 5, 9. 10

R. Eres digno, Señor, de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado * y por tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.
V. Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
R. Y por tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

SEGUNDA LECTURA

De las Disertaciones de san Sofronio, obispo
(Disertación 2, Sobre la anunciación de la Santísima Virgen, 21-22. 26: PG 87, 3, 3242. 3250)

POR MARÍA, LA BENDICIÓN DEL PADRE HA BRILLADO SOBRE LOS HOMBRES

Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo. ¿Y qué puede haber más sublime que esta alegría, oh Virgen Madre? ¿O qué puede haber más excelente que esta gracia, que tú sola has alcanzado de Dios? ¿ O qué puede imaginarse más amable o espléndido que esta gracia? Nada puede equipararse a las maravillas que en ti vemos realizadas, nada hay que iguale la gracia que tú posees; todo lo demás, por excelente que sea, ocupa un lugar secundario y goza de una excelencia claramente inferior.

El Señor es contigo; ¿quién, pues, se atreverá a competir contigo? De ti nacerá Dios; ¿quién, por tanto, no se reconocerá al momento inferior a ti y no admitirá de buen grado tu primacía y superioridad? Es por esto que, al contemplar tus eminentes prerrogativas, que superan las de cualquier otra creatura, te aclamo lleno de entusiasmo: Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo. Por ti ha venido la alegría, no sólo a los hombres, sino también a los mismos coros celestiales.

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que has cambiado en bendición la maldición de Eva y has hecho que Adán, que yacía postrado bajo el peso de la maldición, alcanzara, por ti, la bendición.

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, por ti, la bendición del Padre ha brillado sobre los hombres, librándolos de la antigua maldición.

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, por ti, alcanzan la salvación tus progenitores; pues has de dar a luz a aquel que les obtendrá la salvación divina.

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, sin concurso de semilla, has producido aquel fruto que esparce la bendición sobre el orbe de la tierra, redimiéndola de la maldición que le hacía producir espinas y abrojos.

Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que, siendo por condición natural una mujer como las demás, llegarás a ser en verdad Madre de Dios. Efectivamente, si el que ha de nacer de ti es, con toda verdad, el Dios hecho hombre, con toda razón eres llamada Madre de Dios, ya que realmente das a luz a Dios.

Llevas en la intimidad de tu seno al mismo Dios, el cual mora en ti según la carne, y sale de ti como un esposo, trayendo a todos la alegría y comunicando a todos la luz divina.

Pues en ti, oh Virgen, como en un cielo nítido y purísimo, ha puesto Dios su tienda; y saldrá de ti como el esposo de su alcoba; y, cual gigante que emprende su carrera, recorrerá el camino de su vida, provechosa en todo para todos, alcanzando con su giro del término del cielo hasta el opuesto confín, llenándolo todo de su calor divino y de su resplandor vivificante.

RESPONSORIO S. Sofronio, Disertación 2

R. Verdaderamente, bendita tú eres entre todas las mujeres, ya que has cambiado en bendición la maldición de Eva. * Por ti la bendición del Padre ha brillado sobre los hombres. Aleluya.
V. Por ti alcanzan la salvación tus progenitores.
R. Por ti la bendición del Padre ha brillado sobre los hombres. Aleluya.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que nos colocaste bajo el especial patrocinio de la santísima Virgen María, te pedimos que, gracias a la ayuda de la Virgen Inmaculada, podamos vencer a nuestros enemigos y llegar felizmente a ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Fuente: Oficio Divino

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