jueves, 4 de agosto de 2016

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XVIII
04 de agosto

      San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo    de Constantinopla, doctor de la Iglesia  Homilia sobre San Pedro y San Elias, 1

«Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia»

    Pedro debía recibir las llaves de la iglesia, más todavía las llaves de los cielos, y el gobierno de un pueblo numeroso le había sido a él confiado... Si Pedro con su tendencia severa, quedaba sin pecado, ¿cómo sería prueba de misericordia para sus discípulos? Por una disposición de la gracia divina, el ha caído en el pecado, bien es que después de haber tenido el mismo experiencia de su miseria, ha podido mostrarse bien hacia los otros.

    Rinde cuentas tú: el que ha cedido al pecado, es Pedro, el jefe de los Apóstoles, fundamento sólido, la roca indestructible, el guía de la Iglesia, puerto asegurado, la torre inigualable, que había dicho a Cristo: «Aunque tenga que morir no renegaré de ti»( Mt 26,35); él que, por una divina revelación, había confesado la verdad: «Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».

    Ahora bien, el evangelio añade que la noche misma en que Cristo fue entregado..., una joven mujer dice a Pedro: «Tú también, ayer, estabas con ese hombre, y Pedro le responde: «Yo no conozco a este hombre»( Mt 26,69-72)...El, la columna, la muralla, se libra de las sospechas de una mujer...Jesús fija su mirada sobre él... Pedro ha comprendido, se arrepiente de su falta y se pone a llorar. Pero el Señor misericordioso le concede su perdón...

    El ha sido sometido al pecado pero la conciencia de su falta y el perdón recibido del Señor le conducen a perdonar a los otros por amor. El ha cumplido así una disposición providencial conforme a la manera de actuar de Dios. El ha hecho que Pedro, a quien la iglesia debía ser confiada, columna de las Iglesias, puerto de la fe, doctor del mundo, se muestre débil y pecador. Era en verdad, para que él pudiese encontrar en su debilidad una razón al ejercer su bondad hacia los otros hombres.

Fuente: ©Evangelizo.org

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