domingo, 8 de mayo de 2016

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO PASCUAL
08 de mayo


    Leer el comentario del Evangelio por San Cirilo de Alejandría (380-444),   obispo y doctor de la Iglesia
    Comentario sobre el evangelio de Juan, 9; PG 74,182-183


Cristo nos abre el camino

    “En la casa de mi Padre hay lugar para todos; de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora voy a prepararos ese lugar.” (Jn 14,2)... El Señor sabía que muchas de sus moradas ya estaban preparadas y esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro motivo a su partida: preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares del cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el cielo estaba cerrado a los hombres y nunca ningún ser creado no había penetrado en este dominio santísimo de los ángeles.

    Es Cristo quien inaugura para nosotros este sendero hacia las alturas. Ofreciéndose él mismo a Dios Padre como primicia de los que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. El fue el primer hombre que penetra en las moradas celestiales. Los ángeles no conocían este misterio grandioso de la entronización celeste de una criatura. Veían con estupor y admiración esta ascensión de Cristo. Casi turbados por este espectáculo desconocido, exclamaron: “¿Quién es ese que viene de Edom?” (Is 63,1), es decir, de la tierra. Pero el Espíritu no permitió que se quedaran en la ignorancia... Mandó que se abrieran las puertas ante el Rey y Señor del universo: “Puertas, levantad vuestros dinteles, alzaos, compuertas eternas, para que haga su entrada el rey de la gloria!” (Sal 23,7)

    Así, pues, Nuestro Señor Jesucristo inaugura para nosotros “este camino nuevo y vivo”, como dice San Pablo: “...ha inaugurado para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su carne” (Heb 10,20) y “Cristo no entró en un santuario construido por hombres -que no pasa de ser simple imagen del verdadero-, sino en el cielo mismo, a fin de presentarse ahora ante Dios para interceder por nosotros.” (Heb 9,24)


Fuente: ©Evangelizo.org



    "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso.

    San Agustín

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