San León Magno (¿-c. 461) papa y doctor de la Iglesia Sermones para Navidad, 6 (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1970)
¡Qué el Espíritu de paz nos conduzca!
¿Qué quiere decir queridos hermanos, estar en paz con Dios, sino querer lo que él ordena y no desear lo que prohíbe? Las amistades humanas exigen afinidad de sentimientos y armonía de voluntades y las actitudes opuestas no pueden nunca conducir a un entendimiento. Entonces, el que se complace en lo que no agrada a Dios y encuentra sus delicias en lo que lo ofenden, no puede tener parte en la paz de Dios. No es ese el espíritu de hijos de Dios y esas actitudes no se acuerdan con la nobleza de su adopción. La raza elegida y real (cf. 1 Pe2,9) debe responder a la dignidad de su nuevo nacimiento, amar lo que ama el Padre y no estar jamás en desacuerdo con su Creador. (…)
El nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz. El Apóstol dijo “Porque Cristo es nuestra paz; él ha unido a los dos pueblos en uno solo” (Ef 2,14). Judíos o gentiles, “por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso al Padre, en un mismo Espíritu” (Ef 2,18). ¡Qué el Espíritu de paz nos lleve y conduzca a la unidad de pensamientos y de voluntad, en la concordia de la fe, esperanza y caridad, ya que “todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rm 8,14).
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