San Macario de Egipto, monje Homilía: Ser «casa» de Dios. Homilía 33 : 34, 741-743.
«Su casa, somos nosotros»
El Señor entra en un alma fervorosa, hace de ella su trono de gloria, se asienta en ella y allí permanece… Esta mansión que habita su Señor es toda ella gracia, orden y belleza, así como el alma con quien y en quien el Señor permanece no es toda ella orden y belleza. Ella posee al Señor y todos sus tesoros espirituales. Él es el morador, es el jefe.
Pero ¡que horrible es la mansión en la que el amo está ausente, en la que el Señor está lejos! Se deteriora, se hace ruinas, se llena de suciedad y desorden. Llega a ser, según una palabra del profeta, un escondrijo de serpientes y demonios (Is 34,14). La casa abandonada la llenan gatos, perros, desperdicios. Y ¡que desdichada es el alma que no puede levantarse de su caída funesta, que se deja arrastrar llegando a odiar a su esposo y arrancar de su pensamiento a Jesucristo!
Pero cuando el Señor ve que se recoge, y día y noche busca a su Señor, le llama de tal manera invitándola: «Orad sin parar», entonces «Dios le hará justicia» (Lc 18, 1.7) –lo ha prometido- y la purificará de toda maldad. Será para él «una esposa sin mancha ni arruga» (Ef 5,27). Cree en su promesa; es verdad. Mira bien su tu alma ha encontrado la luz que iluminará sus pasos y el alimento y bebida verdaderas que son el Señor. ¿Todavía te faltan? Busca noche y día, las encontrarás.
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