Separado de sus seres queridos por los nazis, falleció el día de san José. En Mauthausen, en Austria, beato Marcelo Callo, mártir, joven oriundo de la región francesa de Rennes, que en tiempo de guerra fue encarcelado en ese campo de concentración, donde con cristiano ardor confortaba en la fe a los compañeros de cautiverio agotados por los duros trabajos, motivo por el cual se le hizo morir en ese lugar de exterminio.
Ya de niño, Marcel Callo era un poco perfeccionista. Le gustaba el orden y mostraba de forma natural cualidades de liderazgo. Nació en Rennes, Francia, el 6 de diciembre de 1921. Segundo hijo de un total de nueve, Marcel era un chiquillo normal y corriente con un gran sentido del humor y al que le encantaba jugar, sobre todo al ping-pong, que se le daba excepcionalmente bien.
La madre de Marcel le educó en la fe en casa y desde joven desarrolló una fuerte inclinación a seguir a Jesús. Cuando era lo bastante maduro, su madre le preguntó si creía que podía estar sintiendo una vocación al sacerdocio. Marcel le dijo que su vocación era ser lego, una posición desde donde podría hacer más bien por el mundo.
Marcel empezó sus actividades fuera del hogar sirviendo como monaguillo con 7 años. Con 10 años se unió a los scouts, una organización por la que desarrolló un gran afecto. De alguna forma los scouts respondían a su personalidad perfeccionista. Empezó a desarrollar sus cualidades naturales de liderazgo y forjó un carácter de disciplina personal. Por desgracia para Marcel, tuvo que dejar a los scouts con 12 años para ir a trabajar.
Así, empezó como aprendiz en una imprenta de Rennes en 1934. Era la primera vez que Marcel trabajaba en el “mundo real” y el comportamiento obsceno de sus compañeros de mayor edad ofendía su sentir religioso. El nombre de Jesús se usaba en vano, las palabras malsonantes formaban parte de todas las frases y los chistes verdes le molestaban más de lo que hubiera imaginado. Algunos de los trabajadores mayores se reían y burlaban de él, pero él se negaba a tomar parte. Le excluían por ser un “loco de Jesús”.
Su método para lidiar con este comportamiento antagónico (que hoy llamaríamos acoso, abuso o bullying), era decir una oración a Nuestra Señora que había aprendido de su madre: “Querida Madre, recuerda que te pertenezco. Cuida de mí y protégeme como propiedad tuya”.
Su devoción por la Santa Madre lo fortalecía y así pudo soportar sus días de ser el “loco de Jesús” de la imprenta. Marcel se había unido a un movimiento juvenil de su parroquia llamado la Cruzada Eucarística. Su fervor religioso empezaba a deslumbrar. Cuando tenía 14 años se unió a la organización Juventud Obrera Cristiana (Jeunesse Ouvriere Chretienne, JOC), que eran conocidos como “jocistas”. Su labor era “apostólica” y congeniaba a la perfección con el joven Marcel.
Rápidamente sus cualidades de liderazgo empezaron a despuntar y el joven empezó a darse a conocer. Entonces, conoció a Marguerite Derniaux. Había estallado la Segunda Guerra Mundial y Marcel era un jocista activo en la clandestinidad. Así se conocieron Marcel y Marguerite. La conexión fue instantánea y ambos se enamoraron perdidamente. Se comprometieron y ambos juraron que rezarían por su futura familia y, de ser posible, asistirían a misa y a la comunión diariamente.
Marcel había dicho a un amigo: “Sabía que tenía que esperar al amor verdadero. Tenía que perfeccionar mi corazón antes de poder ofrecérselo a quien Cristo había elegido para mí”. Para Marcel Callo, todo giraba en torno a Jesús. Ni siquiera se atrevió a besar a Marguerite hasta que él cumplió 20 años, cuando le proclamó su amor por ella.
Por desgracia, la guerra y el paso de los nazis habían consumido la ciudad de Rennes y Marcel fue reclutado para servir en las unidades de trabajo forzado. Su intención original era la de huir y refugiarse en algún lugar hasta el fin de la guerra, pero sabía que su familia podría sufrir las represalias por su desobediencia a las órdenes nazis. Dijo a su familia y a Marguerite que “se marchaba como misionero en servicio de sus compañeros”.
Marcel y Marguerite se despidieron el 19 de marzo de 1943, el día de San José. Marcel llevó consigo su identificación de scout y de jocista. Rápidamente cayó sobre él el escrutinio de la Gestapo, ya que los jocistas eran considerados una organización secreta y los nazis los habían prohibido.
El 19 de abril de 1944, Marcel fue arrestado por pertenecer a un grupo “ilegal”. Sus captores le dijeron que era arrestado por ser “demasiado católico”.
El tribunal nazi presentó su bárbaro veredicto: “¡Monsieur Callo es demasiado católico!”. Marcel terminó en el campo de concentración de Mauthausen en Austria. Además de verse obligado a trabajar siete días a la semana, 12 horas al día, con poca comida y agua, Marcel recibía golpes y abusos constantemente. Enfermó de tuberculosis y disentería. De nuevo, la festividad de san José formaba parte intrincada de la corta vida de Marcel. Murió el 19 de marzo de 1945. Tenía 24 años. En lo referente a Marguerite, permaneció fiel a su único amor y nunca se casó. Falleció en 1997.
San Juan Pablo II beatificó a Marcel el 4 de octubre de 1987. Su día festivo es el mismo que el de San José, el 19 de marzo. Es el patrón de los obreros jóvenes y de los que padecen depresión.
"Marcel no se convirtió en un hombre del Evangelio por si solo", dijo el Papa cuando beatificó a Marcel. "Lleno de talento y buena voluntad, también luchó contra este mundo, él mismo, y contra las presiones de los demás. Abierto por completo a la gracia, dejó que el Señor lo guiara, incluso hasta el martirio.
"Las pruebas hicieron madurar su amor a Cristo. Desde la prisión escribió a su hermano, quien hacía poco tiempo había sido ordenado sacerdote: ´Afortunadamente, Él es un amigo que nunca me abandona y sabe cómo consolarme. Con Él, siempre puedo superar los peores momentos. Cuánto agradezco a Cristo por haberme conducido al lugar donde me encuentro ahora.
"Sí, Marcel encontró la Cruz. Separado de su familia y de su novia, a quien amaba tierna y castamente, se fue a Alemania, donde restableció el Movimiento de la Juventud de Obreros Católicos. Muchos de sus amigos del movimiento también murieron como testigos fieles de Jesucristo. Perseguido por la Gestapo, Marcel fue un testigo hasta el final. Como el Señor, amó a su prójimo hasta el extremo y toda su vida se convirtió en la Eucaristía...
"Nos recuerda a todos, laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, el llamado universal a la santidad y a la espiritualidad juvenil que nuestro mundo tanto necesita para poder continuar proclamando el Evangelio."
Beato Marcel Callo, danos el coraje para seguir tu ejemplo de santidad.
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