lunes, 15 de enero de 2024

SANTORAL - SAN BERARDO DE MARRAKECH

16 de Enero


    En Marrakech, en el Magreb, santos mártires Berardo, Otón y Pedro, presbíteros, y Acursio y Aiuto, religiosos, todos de la Orden de los Hermanos Menores, que, enviados por san Francisco para anunciar el Evangelio a los musulmanes, fueron apresados en Sevilla y trasladados a Marrakech, donde les ajusticiaron con la espada por orden del príncipe de los sarracenos.

    Estos cinco frailes fueron enviados por san Francisco a convertir a los mahometanos del Occidente, en tanto que el propio santo iba a predicar a los del Oriente. San Berardo y sus compañeros predicaron primeramente a los moros de Sevilla, ciudad de la que fueron expulsados después de haber sufrido mucho por su celo. De ahí pasaron a Marruecos, donde se dedicaron a predicar y a servir de capellanes a los mercenarios cristianos del sultán. Las gentes consideraban a los frailes como locos y les trataban como a tales. Cuando se negaron a retomar a sus tierras y a dejar de predicar la palabra de Cristo, el sultán les decapitó con su propia cimitarra, el 16 de enero de 1220. Estos santos formaron la vanguardia del glorioso ejército de mártires que la orden seráfica ha dado a la Iglesia. Cuando llegó a oídos de san Francisco la noticia del valor heroico y el triunfo de sus hijos, exclamó: «Ahora puedo decir con verdad que tengo cinco hermanos». Eran éstos san Berardo, san Pedro, san Odón, san Acurso y san Adyuto. Fueron canonizados en 1481.

    Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya no los molestará el sol ni el calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos. Ap 7, 14-17

Oremos

    Dios todopoderoso y eterno, que diste a los Santos Mártires Berardo y compañeros la valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo: concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos que no dudaron en morir por tí, nosotros sepamos también ser fuertes, confesando tu nombre con nuestras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén

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