«Ningún criado puede servir a dos señores»
Querer depositar su esperanza y su confianza en bienes pasajeros, es querer poner cimientos en una corriente de agua. Todo pasa; Dios permanece. Apegarse a lo transitorio es desprenderse de lo permanente. ¿Quién pues, si es arrastrado por los torbellinos agitados de una rápida corriente puede permanecer fijo en su lugar pese a ese torrente agitado? Si queremos evitar ser arrastrados por la corriente, debemos huir a todo lo que fluye, sino el objeto de nuestro amor nos forzará a llegar a lo que precisamente queremos evitar. El que se apega a los bienes transitorios seguramente será arrastrado allí adonde derivan las cosas hacia las cuales se aferra.
La primer cosa por hacer es guardarse de amar los bienes materiales, la segunda, es no poner toda su confianza en los bienes que nos han sido confiados para utilizar, y no para gozar. El alma que se apega a los bienes pasajeros pierde rápidamente su propia estabilidad. El curso de la vida actual trae consigo lo que lleva, y es una loca ilusión, para aquel que es arrastrado por esta corriente querer permanecer de pie.
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