Beato María-Eugenio del Niño Jesús (1894-1967) carmelita, fundador de Nuestra Señora de Vida La conducta del alma (Je veux voir Dieu, Carmel, 1949)
"Tienen que nacer de lo Alto"
La infancia espiritual hecha de pobreza celosamente conservada estaba al alcance de Nicodemo, hombre de renombre entre los judíos. Podía hacerla suya sin suprimir nada de lo exigido por su rango y el ejercicio de sus funciones, sin tomar actitudes o lenguaje infantiles… Debe hacerla suya porque para renacer bajo el soplo del Espíritu, es necesario ser pobre, confiado y dependiente en todo de Dios. O más bien, renacer no es otra cosa que devenir progresivamente un niño.
Mientras que el engendramiento en el orden natural, realizado en el seno de la madre, se desarrolla en una generación progresiva hasta que el niño pueda vivir su independencia en perfección, el engendramiento espiritual se hace en un sentido inverso con una asimilación progresiva hacia la unidad. Separados de Dios por el pecado, somos iluminados por su luz, tomados cada vez más en las relaciones estrechas de su amor. Hasta que devenidos verdaderos niños, seamos inmersos en su seno, viviendo sólo de su vida y Espíritu.
“Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rom 8,14) Son los que por la pobreza espiritual y el desapego de ellos mismos, perdieron sus obras propias y entraron en el seno de Dios en el que sus vidas y movimientos dependen en todo del Espíritu que los engendra. Tal es el sentido y el valor de la infancia espiritual. Perfectamente realizada, es ya la santidad.
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