San Paciano
Sermón sobre el bautismo, 6
“Él no es un dios de muertos, sino de vivientes” (Lc 20, 27-40)
Ya no estamos sujetos a la muerte. Aun cuando nuestro cuerpo sea destruido; viviremos en Cristo, como él mismo lo ha dicho: «El que cree en mi aunque haya muerto, vivirá» (Jn 12:25). Podemos estar seguros; el mismo Señor es testigo; que Abrahán, Isaac, Jacob y todos los santos de Dios viven. A propósito de ellos el Señor ha dicho: «Todos viven, porque Dios es Dios de vivos y no de muertos.» Y el apóstol Pablo dice de sí mismo: «para mí la vida es Cristo, y el morir significa una ganancia, desearía morir para estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor» (Fl 1:21-23).
“Él no es un dios de muertos, sino de vivientes” (Lc 20, 27-40)
Ya no estamos sujetos a la muerte. Aun cuando nuestro cuerpo sea destruido; viviremos en Cristo, como él mismo lo ha dicho: «El que cree en mi aunque haya muerto, vivirá» (Jn 12:25). Podemos estar seguros; el mismo Señor es testigo; que Abrahán, Isaac, Jacob y todos los santos de Dios viven. A propósito de ellos el Señor ha dicho: «Todos viven, porque Dios es Dios de vivos y no de muertos.» Y el apóstol Pablo dice de sí mismo: «para mí la vida es Cristo, y el morir significa una ganancia, desearía morir para estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor» (Fl 1:21-23).
Esto es lo que creemos, hermanos míos, y «si nuestra esperanza en Cristo no va más allá de esta vida, somos los más miserables de todos los hombres» (1 Cor 15:19). La vida de este mundo, para los animales domésticos, los salvajes y para los pájaros, es; como lo podéis constatar, más o menos larga como la nuestra. Lo que es propio del hombre, es que Cristo le ha dado su Espíritu, es decir, la vida eterna, a condición que renunciemos desde ahora al pecado. Porque la muerte es fruto del pecado y es vencida por la virtud. La vida se destruye por el pecado y se conserva por la virtud. «En efecto, el salario del pecado es la muerte, mientras que Dios nos ofrece como don la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor» (Rm 6:23)
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