domingo, 17 de noviembre de 2019

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 18 de Noviembre - «Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. Los que iban en cabeza le reprendían, para que callase, pero él gritaba más fuerte»


      San Francisco de Sales, obispo - Sermón: Nada puede disminuir su confianza. - Sermón. X, 227.

«Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. Los que iban en cabeza le reprendían, 
para que callase, pero él gritaba más fuerte» 

    Una de las mayores faltas que tenemos en nuestras oraciones y en todo lo que nos sucede, sobre todo si son tribulaciones, es nuestra poca confianza. La confianza es una de las principales condiciones que hacen grata nuestra oración ante Dios. “Jesús, Hijo de David, ten piedad de mi.” El buen ciego cree que si el Señor se apiada de él, será curado. No duda ni de su poder ni de su querer; y se diría: yo sé que eres dulce y benigno para todos y no tengo la menor duda de que si te ruego que te apiades de mí, me escucharás.

    Y nada puede hacer disminuir esta confianza: “ten piedad de mí.” No tiene otras palabras en su boca y las repite una y otra vez, yendo detrás del Señor.

    Gran virtud esta de la perseverancia en la oración. Y gritaba de tal modo que los que iban con Jesús le instaban a que callase, pero él gritaba aún más fuerte: “ten piedad de mí.” Así mostraba su perseverancia y no es pequeña virtud la de perseverar en hacer siempre la misma oración y los mismos ejercicios.

    El ser humano es tan extraño, tan inconstante, que no tiene perseverancia en lo que emprende, por eso el hacer siempre lo mismo en la Religión es un martirio, si bien se considera.

    Es cierto que quienes la han comprendido bien, dicen de ella que es un paraíso; pero también se la puede llamar un martirio, pues se martiriza continuamente la fantasía del alma y todas nuestras propias voluntades.

    ¿No es un martirio ir siempre con el mismo hábito, sin estrenar nunca un vestido nuevo, con hechura nueva, como hacen en el mundo? ¿No es un martirio comer siempre a la misma hora y casi siempre los mismos platos? Y no se puede decir como en el mundo: quítame esto que no está bueno, o que me va a hacer daño.

    En Religión no se puede hacer eso, hay que comer lo que nos ponen. Y eso es un martirio, como lo es el hacer siempre las misma cosas y los mismos ejercicios.

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