“Invita a los pobres”
Da tu limosna con alegría. Todo lo que hagas por Dios hazlo con alegría y no de mala gana. Porque está escrito: “Corazón alegre hace bien al cuerpo, espíritu abatido seca los huesos.” Prov.17,22) Esto significa que cuando el pobre llama a tu puerta y tú le das la limosna refunfuñando, pierdes todo el mérito antes de que abras la puerta. Tienes que dar con un corazón alegre que se note en tus palabras y en tus obras.
Cuando llega el mendigo a tu casa y te pide algo por amor de Dios, acógelo con agrado: “¡Bienvenido!” Así demuestras tu alegría al dar la limosna, con tu corazón, tu palabra y tu rostro benévolo y dispuesto. Una palabra amable que acompaña la limosna da más alegría que tú te puedes imaginar. El don se vuelve más precioso si lo entregas sin refunfuñar, acompañándolo con una palabra amable.
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