MISTERIOS GLORIOSOS
(Miércoles y Domingo)
Los Misterios Gloriosos nos invitan a meditar y contemplar los acontecimientos que tuvieron lugar en el mundo, después de la muerte de Jesús en la cruz, e incluyen dos momentos muy especiales en la vida de María. Son los Misterios de la esperanza. Nos acercamos a estos Misterios con inmensa alegría, y su meditación y contemplación llenan nuestro corazón de amor y de paz.
QUINTO MISTERIO GLORIOSO
MARÍA ES CORONADA COMO REINA DEL UNIVERSO
Del libro del Apocalipsis: (12,1)
Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.
Reflexión
Dios mismo quiso exaltar a María, la madre de Jesús, como la mujer por excelencia, la madre por excelencia, la creyente por excelencia, y nosotros nos unimos a esta exaltación con nuestro cariño y devoción.
Entendemos perfectamente, que la mejor manera de honrarla, es buscando parecernos a ella, como hijos e hijas de Dios y como seguidores y seguidoras de Jesús. Queremos coronarla con nuestro amor y nuestras buenas obras, y con nuestra lucha constante contra el mal y el pecado, que ella derrotó aceptando ser la Madre del Salvador.
Intención
Ofrezcamos este último Misterio del Rosario como un tributo de veneración a nuestra Madre del cielo, y pidámosle con fe que nos ayude a vivir cada día de nuestra vida, con la conciencia de nuestra condición de discípulos y discípulas de Jesús, misioneros y misioneras de su amor por el mundo, cada uno en las circunstancias particulares y muy propias de su vida.
Oremos de una manera muy especial por el Papa Francisco, para que María lo guíe y lo proteja siempre en el cumplimiento de su misión en la Iglesia y en el mundo, como testigo de la verdad de Dios y de su amor misericordioso por todos los hombres y mujeres, particularmente por los que son más débiles y los que sufren pobreza y marginación, tristeza y soledad, enfermedades y dolores.
Oremos de una manera muy especial por el Papa Francisco, para que María lo guíe y lo proteja siempre en el cumplimiento de su misión en la Iglesia y en el mundo, como testigo de la verdad de Dios y de su amor misericordioso por todos los hombres y mujeres, particularmente por los que son más débiles y los que sufren pobreza y marginación, tristeza y soledad, enfermedades y dolores.
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