MISTERIOS DOLOROSOS
(Martes y Viernes)
Los Misterios Dolorosos tienen como objetivo recordarnos los momentos más significativos de la Pasión y la Muerte de Jesús, por nuestra salvación. Nos acercamos a contemplar estos Misterios, con profunda humildad y gran devoción, por lo que ellos representan para cada uno de nosotros y para el mundo entero, incluyendo, sin duda, a quienes ni siquiera saben de ello.
CUARTO MISTERIO DOLOROSO
JESÚS ES CARGADO CON LA CRUZ Y EMPRENDE EL CAMINO DEL CALVARIO, DONDE SERÁ CRUCIFICADO
Del Evangelio según san Juan: (19, 1719)
Jesús, cargando su propia cruz, salió de la ciudad hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota. Allí lo crucificaron y con él a otros dos, uno a cada lado y en el medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo sobre la cruz. Estaba escrito: "Jesús el Nazareno, Rey de los judíos".
El proceso de Jesús siguió el curso previsto, y lo contemplamos ahora crucificado y levantado en alto, en medio de dos ladrones. Sus enemigos siguen mofándose de él y retándolo para que deje la cruz. Es la última tentación que padece Jesús. El demonio que una vez le propuso que se tirara de lo más alto del templo, para que Dios enviara a sus ángeles a socorrerlo, le pide ahora por boca de quienes están en el Calvario, que haga un milagro en favor de sí mismo y se salve de la muerte. Pero Jesús no los escucha, y deja que las cosas sigan su curso, y todo sea como tiene que ser. Está decidido a llegar hasta el final.
En cada circunstancia de su vida, Jesús nos enseña algo. En esta oportunidad nos muestra que el amor cuando es verdadero no puede ser derrotado por nada ni por nadie, porque es una fuerza que proviene de Dios y es tan grande como Él. Jesús ama por encima de todo a Dios Padre y a nosotros, y el amor le da la fuerza que necesita para llevar su entrega hasta el final, sin dejarse vencer por nada ni por nadie.
Mientras rezamos las diez Avemarías de este cuarto Misterio del Rosario, unámonos a Jesús crucificado por amor a nosotros. Pensemos en sus dolores físicos y espirituales, y démosle gracias por su inmenso gesto de amor y de perdón, realizado enteramente en favor nuestro.
Tengamos en cuenta también a todas las personas del mundo que sufren a causa de la violencia, y pidamos para ellas y para sus familiares, la ayuda y la protección amorosa de Dios.
Reflexión
El proceso de Jesús siguió el curso previsto, y lo contemplamos ahora crucificado y levantado en alto, en medio de dos ladrones. Sus enemigos siguen mofándose de él y retándolo para que deje la cruz. Es la última tentación que padece Jesús. El demonio que una vez le propuso que se tirara de lo más alto del templo, para que Dios enviara a sus ángeles a socorrerlo, le pide ahora por boca de quienes están en el Calvario, que haga un milagro en favor de sí mismo y se salve de la muerte. Pero Jesús no los escucha, y deja que las cosas sigan su curso, y todo sea como tiene que ser. Está decidido a llegar hasta el final.
En cada circunstancia de su vida, Jesús nos enseña algo. En esta oportunidad nos muestra que el amor cuando es verdadero no puede ser derrotado por nada ni por nadie, porque es una fuerza que proviene de Dios y es tan grande como Él. Jesús ama por encima de todo a Dios Padre y a nosotros, y el amor le da la fuerza que necesita para llevar su entrega hasta el final, sin dejarse vencer por nada ni por nadie.
Intención
Mientras rezamos las diez Avemarías de este cuarto Misterio del Rosario, unámonos a Jesús crucificado por amor a nosotros. Pensemos en sus dolores físicos y espirituales, y démosle gracias por su inmenso gesto de amor y de perdón, realizado enteramente en favor nuestro.
Tengamos en cuenta también a todas las personas del mundo que sufren a causa de la violencia, y pidamos para ellas y para sus familiares, la ayuda y la protección amorosa de Dios.
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