sábado, 5 de marzo de 2016

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO

TIEMPO DE CUARESMA
SÁBADO DE LA SEMANA III
5 de marzo





    San Juan Clímaco (c. 575-c. 650), monje en el Monte Sinaí
La Escalera santa, c. 28




    “Ten piedad de mi que soy pecador”

    Que vuestra oración sea totalmente simple; una sola palabra bastó al publicano y al hijo pródigo para alcanzar el perdón de Dios (Lc 15,21)… Ninguna búsqueda en las palabras de vuestra oración; ¡cuántas veces los tartamudeos simples y monótonos de los niños, hacen doblar el corazón de su padre! No os lancéis a hacer largos discursos a fin de no disipar vuestro espíritu buscando las palabras necesarias. Una sola palabra del publicano conmovió la misericordia de Dios; una sola palabra llena de fe, salvó al buen ladrón (Lc 23,42). Ser prolijos en la oración, a menudo, no hace más que llenar el espíritu de imágenes y lo disipa, mientras que, a menudo, una sola palabra basta para recogerlo. ¿Te sientes consolado, atraído por una palabra de la oración? Párate en ella, porque es señal que nuestro ángel entonces ora con nosotros. No estés demasiado seguro, aunque hayas alcanzado la pureza, sino más bien una gran humildad, y entonces te sentirás con una gran confianza. Incluso si has subido la escalera de la perfección, ora para impetrar el perdón de tus pecados; escucha este grito de san Pablo: “Soy un pecador, yo, el primero” (1Tm 1,15)…Si estás revestido de dulzura y libre de toda cólera, no te va a costar mucho más liberar a tu espíritu de la cautividad.

    Mientras no hayamos obtenido la verdadera oración, nos asemejamos a aquellos que enseñan a los niños a dar sus primeros pasos. Trabajad para, con las palabras de vuestra oración, subir el pensamiento, o mejor, contenerlo; si la debilidad de la infancia le hace caer, levantadlo. Porque el espíritu es, por naturaleza, inestable, pero Aquel que todo lo hace firme puede también fijar el espíritu… El primer grado de la oración consiste, pues, en echar con una simple palabra las sugestiones del espíritu en el mismo momento en que ellas se presentan. El segundo es poner atención únicamente en lo que decimos y pensamos. El tercero, es que el alma esté captada por el Señor.









    "He aquí, pues, cuáles son los ejercicios y las actividades que deben servir como medios para curar nuestras potencias y devolverles su pureza perdida y su primitiva integridad: son los ayunos, los trabajos, las vigilias, la soledad, la huida del mundo, el dominio de los sentidos, la lectura de las Escrituras y de los Santos Padres, la participación en los servicios de la Iglesia, la confesión y la comunión frecuentes" Teófano El Recluso sobre la práctica de la oración

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