Doroteo de Gaza (c. 500 -?) monje en Palestina Instrucciones VI, 76-78 (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1971)
“El amor cubre todos los pecados”
Si tuviéramos amor, acompañado de compasión y pena, no prestaríamos atención a los defectos del prójimo, según la palabra “El amor cubre todos los pecados” (I Pe 4, 8) y “El amor no tiene en cuenta el mal recibido,…todo lo disculpa,…” (cf. I Cor 13,5-6). Entonces, si tuviéramos amor, ella misma cubriría cualquier falta y seriamos como los santos cuando ven los defectos de los hombres.
Los santos ¿es por ceguera que no ven los pecados? ¿Quién detesta más el pecado que los santos? Sin embargo, no odian al pecador, no lo juzgan, no lo rehuyen. En cambio, lo compadecen, exhortan, consuelan, lo cuidan como a un miembro enfermo. Hacen todo lo posible para salvarlo. De la misma manera los santos por la paciencia y la caridad atraen al hermano en lugar de rechazarlo lejos de sí con repugnancia. Cuando una madre tiene un hijo con una malformación, no lo abandona con horror sino que lo cuida y hace todo lo posible para que esté mejor. Es así como los santos protegen siempre al pecador. Lo disponen y se ocupan de él para corregirlo en el momento oportuno, para evitar que haga daño y para que progresen cada vez más en el amor de Cristo.
Adquiramos nosotros también el amor. Adquiramos la misericordia respecto al prójimo para evitar la terrible difamación, el juzgar y el despreciar. Ayudémonos los unos a los otros como a nuestros propios miembros... Porque somos miembros los unos de los otros, escribe el Apóstol (cf. Rom 12, 5). Entonces, cuando un miembro sufre todos los miembros sufren con él (I Cor 12, 26)… (…) En una palabra, según puedan, cuiden en permanecer unidos los unos a los otros. Cuanto más unido estamos al prójimo, más unidos estamos a Dios.
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