Nazaret
Las almas elegidas por Dios, siempre han sentido un placer inefable al visitar a la Sagrada Familia en su humilde morada y al seguirla en sus humildes trabajos de cada día: San José trabajaba la madera, haciendo trabajos difíciles, fatigosos; los hacía con un indecible amor, ya que esta labor aseguraba la subsistencia de Jesús y de María; María estaba siempre dentro de la casa ocupada del bienestar del Niño divino y de su virginal Esposo. Sus manos, que en el Templo, hilaban la púrpura y el lino, trabajaban los simples vestidos de San José, y preparan el frugal alimento que los tres toman dando gracias; el Niño Jesús la siguen en cada una de sus ocupaciones, y la ayuda con sus pequeñas fuerzas, y cuando las necesidades del día han sido satisfechas, los tres leen las divinas Escrituras y oran al Señor. En todas sus acciones, ¡cuánta virtud y piedad! San José es paciente y devoto; María vigilante y laboriosa; el Niño gracioso y sumiso. ¡Cuánta caridad en sus discursos, qué modestia en su actitud! Vayamos a visitarlos, como lo hacía con tan buena disposición san Francisco de Sales. Cada estado, cada edad de la vida encontrará en Nazaret ejemplos y lecciones.
Oración
Glorioso san José, Esposo de María, piensa en nosotros; vela por nosotros, amable querubín que guardas el paraíso del nuevo Adán; obtén para nosotros la gracia de trabajar en nuestra santificación; oh amable nutricio de la sagrada familia, satisfaz nuestras necesidades presentes; oh fiel depositario del más precioso de todos los tesoros, toma bajo tu caritativa conducción nuestros asuntos temporales y espirituales; que su contenido sea para la gloria de Dios y bien de nuestra almas. El justo florecerá como la palma y germinará como el lirio.
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