San Ambrosio (c. 340-397) obispo de Milán y doctor de la Iglesia Discursos Consolatorios II (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1972)
"Cristo resucitó, el primero de todos"
¿Por qué razón Cristo habría muerto si no fuera para resucitar? Dios no podía morir, la sabiduría no podía morir y lo que no puede morir no puede resucitar. Él asumió una carne capaz de morir, para que esa muerte propia de la carne, le diera la ocasión de resucitar. Así, la resurrección sólo podía tener lugar por un hombre, ya que “la muerte vino al mundo por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección” (1 Cor 15,21).
El hombre ha resucitado, porque es el hombre que ha muerto. El hombre ha resucitado pero es Dios que lo resucita. Era hombre según la carne, ahora es Dios en todo. Ahora sólo conocemos a Cristo según la carne (cf. 2 Cor 5,16), pero tenemos la gracia de su carne y reconocemos que “resucitó de entre los muertos, el primero de todos” (1 Cor 15,20), es “el primero que resucitó de entre los muertos” (Col 1,18).
Las primicias son exactamente de la misma especie y de la misma naturaleza que los frutos que vienen luego. Los primeros frutos son ofrecidos a Dios en vista de una cosecha más abundante, como ofrenda sagrada por todos los otros frutos y como oblación de la naturaleza renovada. Es Cristo el que “resucitó de entre los muertos, el primero de todos”.
¿Esto atañe únicamente a los suyos o a todos los muertos? La Escritura nos ilumina: “Así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo” (1 Cor 15,22). Las premisas de la muerte fueron en Adán, las premisas de la resurrección son en Cristo.
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