miércoles, 10 de abril de 2024

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 11 de Abril - «El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida»


San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Confesiones XI, 2.3


«El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque da el Espíritu sin medida»

    Oh Señor, Dios mío, luz de los ciegos y fuerza de los débiles, pero al mismo tiempo luz de los videntes y fuerza de los fuertes, presta atención a mi alma, óyela gritar desde el fondo del abismo (Sl 129,1). Porque si tú no nos escuchas incluso en el abismo, ¿a dónde iremos? ¿A quién vamos a dirigir nuestro clamor?

    «Tuyo es el día y tuya es la noche» (Sl 73,16). A un signo tuyo, los instantes se esfuman. Da desde ahora ampliamente a nuestros pensamientos el tiempo para escudriñar los lugares escondidos de tu ley y no cierres su puerta a los que llaman a ella (Mt 7,7). No es sin razón que has querido se escribieran tantas páginas llenas de oscuridad y misterio. Estas bellas selvas ¿no tienen sus ciervos (Sl 28,9) que vienen a ella para refugiarse y saciarse, pasearse y alimentarse, acostarse y rumiar? Oh Señor, condúceme hasta el fin y revélame sus secretos.

    Tu palabra es todo mi gozo, tu palabra es más dulce que un torrente deleitoso. Dame lo que amo, porque amo y ese amor es un don tuyo. No abandones tus dones, no desdeñes tu brizna de hierba sedienta. Que yo proclame todo lo que descubriré en tus libros; haz que «escuche la voz de tu alabanza» (Sl 25,7). Que yo pueda beber tu palabra y considerar las maravillas de tu ley (Sl 118,18) desde el primer instante en que has creado el cielo y la tierra hasta el reino eterno contigo en la ciudad santa.

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