CAPÍTULO TERCERO
A LA LUZ DEL MAESTRO
El gran protocolo
106. No puedo dejar de recordar aquella pregunta que se hacía Santo Tomás de Aquino cuando se planteaba cuáles son nuestras acciones más grandes, cuáles son las obras externas que mejor manifiestan nuestro amor a Dios. Él respondió sin dudar que son las obras de misericordia con el prójimo[92], más que los actos de culto: «No adoramos a Dios con sacrificios y dones exteriores por él mismo, sino por nosotros y por el prójimo. Él no necesita nuestros sacrificios, pero quiere que se los ofrezcamos por nuestra devoción y para la utilidad del prójimo. Por eso, la misericordia, que socorre los defectos ajenos, es el sacrificio que más le agrada, ya que causa más de cerca la utilidad del prójimo»[93].
[92] Cf. Summa Theologiae II-II, q.30, a.4.
[93] Ibíd., ad 1.
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