CAPÍTULO TERCERO
A LA LUZ DEL MAESTRO
El gran protocolo
96. Por lo tanto, ser santos no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis. Decía San Juan Pablo II que «si verdaderamente hemos partido de la contemplación de Cristo, tenemos que saberlo descubrir sobre todo en el rostro de aquellos con los que él mismo ha querido identificarse»[79]. El texto de Mateo 25,35-36 «no es una simple invitación a la caridad: es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo»[80]. En este llamado a reconocerlo en los pobres y sufrientes se revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo santo intenta configurarse.
[79]Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 49: AAS 93 (2001), 302.
[80] Ibíd.
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