Monasterio Santa Catalina del Monte Sinaí Liturgia de las Horas, s. IX Canon à la Mère de Dieu, SC 486 (Sinaiticus graecus 864, Cerf, 2004)
¡Madre Inmaculada, llevaste en tu seno el fuego de la divinidad!
¡Todo soplo mortal rende honor a ese alumbramiento, oh Toda Pura! La tropa de ángeles celebra el incomprensible misterio del parto y que hayas concebido en tu seno al Creador del universo y lo hayas puesto en el mundo. ¡Poderosos de verdad, extraños, extraordinarios, absolutamente sorprendentes, oh Soberana, son tus prodigios!
Ya que tienes con tu Hijo, Soberana, la libertad de palabra de una madre, no ceses de implorar con tus divinas súplicas. Que los que te suplican, Madre de Dios, sean liberados de toda aflicción. Ellos te honran con amor, como refugio para la salvación, como divino recurso, oh Toda Pura, muralla inviolable y alegría de los afligidos.
Has hecho de mí, oh Madre, un templo del Espíritu Santo, purificando con tus divinas súplicas las impurezas de mi carne y limpiando, Madre de Dios, la mancha de mis faltas. Es junto a ti que me he refugiado, tú, verdadera protección y muro infranqueable de los cristianos, su abrigo, su divino recurso y refugio.
Daniel, en espíritu, discernió en ti la montaña no tocada (cf. Dn 2), Ezequiel la puerta divina (cf. Ez 44,2). Moisés te vio prefigurada en el zarza ardiente (cf. Ex 3,2), a ti que has portado en tu seno el fuego de la divinidad sin ser devorada por su llama, oh Virgen. Nosotros, te hemos reconocido como Madre Inmaculada, por haber dado nacimiento a nuestro Redentor, en nuestra carne.
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