Santa Teresa del Niño Jesús, doctora de la Iglesia Carta: La banca del amor. Carta 142.
«Mis pensamientos no son los vuestros», dice el Señor (Is 55,8). El mérito no consiste ni en hacer mucho ni en dar mucho, sino más bien en recibir, en amar mucho. Se dice que es mucho más agradable dar que recibir (Hch 20,35), y es verdad, pero entonces, cuando Jesús quiere ser él quien tiene el placer de dar, no seria bueno rechazarlo. Dejémosle tomar y dar todo lo que él quiera; la perfección consiste en hacer su voluntad, y el alma que se entrega enteramente a él, Jesús mismo la llama «su madre, su hermana» y toda su familia (Mt 12,50). Y en otra parte: «El que me ama guardará mi palabra, es decir, hará mi voluntad y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,23). Oh, cuán fácil es complacer a Jesús, alegrar su corazón, no hay más que amarle sin mirarse a sí mismo, sin examinar demasiado sus defectos.
Tu Teresa, en este momento, no se encuentra en las cumbres pero Jesús le enseña a sacar provecho de todo, del bien y del mal que ella misma encuentra en sí misma. Le enseña a jugar en la banca del amor, o mejor dicho, no, es él quien juega por ella sin decirle como, sino que hace lo que quiere porque es asunto suyo y no de Teresa, lo que es asunto de ella es abandonarse, entregarse sin reservarse nada, ni tan sólo el gozo de saber cuanto gana en la banca…
En efecto, los directores hacen adelantar en la perfección haciendo hacer gran cantidad de actos de virtud, y hacen bien, pero mi director, que es Jesús, no me enseña a contar mis actos sino que me enseña a hacerlo todo por amor, a no rechazar nada de lo que me da, a estar contenta cuando me da una ocasión de darle pruebas de que le amo, pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quien lo hace todo y yo no hago nada.
« Ya sé lo que voy a hacer…»
«Mis pensamientos no son los vuestros», dice el Señor (Is 55,8). El mérito no consiste ni en hacer mucho ni en dar mucho, sino más bien en recibir, en amar mucho. Se dice que es mucho más agradable dar que recibir (Hch 20,35), y es verdad, pero entonces, cuando Jesús quiere ser él quien tiene el placer de dar, no seria bueno rechazarlo. Dejémosle tomar y dar todo lo que él quiera; la perfección consiste en hacer su voluntad, y el alma que se entrega enteramente a él, Jesús mismo la llama «su madre, su hermana» y toda su familia (Mt 12,50). Y en otra parte: «El que me ama guardará mi palabra, es decir, hará mi voluntad y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,23). Oh, cuán fácil es complacer a Jesús, alegrar su corazón, no hay más que amarle sin mirarse a sí mismo, sin examinar demasiado sus defectos.
Tu Teresa, en este momento, no se encuentra en las cumbres pero Jesús le enseña a sacar provecho de todo, del bien y del mal que ella misma encuentra en sí misma. Le enseña a jugar en la banca del amor, o mejor dicho, no, es él quien juega por ella sin decirle como, sino que hace lo que quiere porque es asunto suyo y no de Teresa, lo que es asunto de ella es abandonarse, entregarse sin reservarse nada, ni tan sólo el gozo de saber cuanto gana en la banca…
En efecto, los directores hacen adelantar en la perfección haciendo hacer gran cantidad de actos de virtud, y hacen bien, pero mi director, que es Jesús, no me enseña a contar mis actos sino que me enseña a hacerlo todo por amor, a no rechazar nada de lo que me da, a estar contenta cuando me da una ocasión de darle pruebas de que le amo, pero esto se hace en la paz, en el abandono, es Jesús quien lo hace todo y yo no hago nada.
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