miércoles, 20 de septiembre de 2023

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 21 de Septiembre - ¡Qué prodigio ver publicanos transformados en apóstoles!


San Juan Casiano (c. 360-435) fundador de la Abadía de MarsellaConferencias, La castidad, XII-XIII (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958)



¡Qué prodigio ver publicanos transformados en apóstoles!

    Las bondades de Dios son realmente grandes, maravillosas y profundamente desconocidas a los hombres, salvo si han hecho la experiencia. Mismo si algunos de ellos permanecen en la corrupción, el Señor se da a sus fieles con inefable entrega. (…) Todos se asombrarán ante las obras de Dios y gritarán desde el fondo de su corazón “El Señor es grande” (Sal 134,5), al verse ellos mismo, o a otros, pasar de la extrema avaricia a la liberalidad, de abusos a una vida de abstinencia, del orgullo a la humildad (…). El alma del profeta, y los que se le parecen, descubren las divinas maravillas realmente con asombro, en una contemplación plena de milagros.

    ¡Qué gran prodigio ver, en poco tiempo, los publicanos avaros devenir apóstoles, los perseguidores acérrimos cambiar en predicadores del Evangelio prontos a todo soportar y propagar la fe al precio de su sangre. Tales son las divinas obras que el Hijo testimonia cumplir cada día, unido a su Padre “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (Jn 5,17). Tales son las obras de Dios que el bienaventurado David canta en el Espíritu “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas” (Sal 72,18) y “Yo recuerdo las proezas del Señor” (Sal 77,11). De ellas habla el profeta Amós “El que hace las Pléyades y el Orión, el que cambia las tinieblas en aurora y la luz del día en oscuridad, el que convoca a las aguas del mar y las derrama sobre la tierra, se llama “el Señor” (Am 5,8). A él se dirige esta oración “¡Sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!” (Sal 67,29).

    Ese es el gran milagro de Dios. Un hombre de carne ha rechazado la inclinación carnal en diversas circunstancias, durante muchos ataques, y guarda su alma con la misma disposición, permaneciendo inmóvil en medio del flujo incesante de los acontecimientos.

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