«¿No debías tú también tener compasión de tu compañero,
como yo tuve compasión de ti?»
Padre, somos pobres y estamos llenos de deudas. Tú eres rico y nuestro acreedor. Padre, ten misericordia de tu hijo, que ha contraído tantas deudas como pecados ha cometido. ¿Qué padre no perdonaría al hijo caído en extrema pobreza, cualquier deuda, si se lo pide humildemente?. Y ¿dónde hay un hijo, oh Padre santo, más pobre y más cargado de deudas que yo?
Mírame cual otro publicano, que te pido humildemente: perdóname tantas deudas de pecados con los que te he ofendido. Oh Dios, de quien es propio perdonar y tener misericordia. Padre, he pecado contra tu ley, pero las riquezas de tu misericordia sobrepasan infinitamente mis deudas; acuérdate, Padre, de tus misericordias que son eternas y lo mismo que usaste de misericordia con tus siervos, dígnate perdonarme mis pecados.
Señor, Tú has puesto límites al mar, pero a tu misericordia no se los has puesto, a fin de que vaya siempre a buscar a los pecadores cargados de deudas, para perdonárselas. En fin, te ruego, Padre santo, por tu infinita misericordia, por la virtud de esa pasión que sufrió tu Hijo, sobre el árbol de la cruz, y por los méritos e intercesión de la bienaventurada Virgen y de todos los elegidos que han sido desde el comienzo del mundo te dignes perdonar nuestras deudas.
También te ruego, oh Padre, que me des la suficiente virtud y gracia para que pueda perdonar perfectamente a todos los que me han ofendido; y si ves en mi corazón algún resto de imperfección contra mis ofensores, oh Padre, por el fuego de tu caridad hazlo desaparecer, quémalo, para que no quede ni rastro en mi corazón.
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