“Honra a tu padre y a tu madre”
Honrando al Padre celeste, honramos también nuestros padres según la carne. El Señor mismo lo ha claramente mandado en la Ley y los Profetas: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da” (Ex 20,12). Este mandamiento debe ser escuchado especialmente por los que entre ustedes tienen padre o madre. Los hijos obedezcan a sus padres en todo, ya que es una práctica que agrada al Señor.
El Señor no dijo “El que ama a su padre o a su madre, no es digno de mí”. Que tu ignorancia no te haga mal interpretar esta prescripción. Él dijo “El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí” (Mt 10,37). Cuando los padres de la tierra tienen una opinión opuesta a la del Padre de los cielos, hay que obedecer a la palabra divina. Pero cuando ellos no se oponen en nada a nuestra piedad, si los despreciamos, nos dejaríamos llevar por la ingratitud, olvidando sus bondades hacia nosotros. (…)
La primera de las virtudes de los cristianos es la piedad: honrar a la familia, valorizar las penas de los que nos han dado la vida y procurarles la paz según podamos. Aunque le devolvamos muchas de sus bondades, nunca jamás podremos darles la vida. De su parte, si gracias a nosotros tienen paz, nos fortificarán con bendiciones. Bendiciones que el engañador Jacob tuvo que obtener con un ardid.
¡Qué el Padre de los cielos, viendo con agrado nuestra buena voluntad, nos juzgue dignos de brillar como el sol en compañía de los justos en el Reino se nuestro Padre. A Él la gloria con el Único-engendrado y Salvador Jesucristo, con el Santo y vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
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