«Os daré pastores»
Los apóstoles, fieles a la memoria de Jesús, se alegraban de la conversión de nuevos creyentes porque habían encontrado en Él, no solamente el Pastor de sus almas, sino más aún, el Jefe de los pastores. Cuando a Jesús le llegó la hora de volver al Padre y dejar este mundo, quiso escoger y llamar otros «pastores según su corazón» (Jr 3,15). Los escogió libremente con la finalidad de que continuaran su misma misión por el mundo entero, hasta el fin de los tiempos. Serán sus enviados, sus mensajeros, sus apóstoles. No serán pastores más que en su nombre, para el bien del rebaño y por la fuerza de su Espíritu, al cual deberán permanecer fieles. El primero de todos, Pedro, después de la triple profesión de amor a Jesús, es nombrado pastor de sus ovejas y de sus corderos (Jn 21,15). Después todos los apóstoles. Y después de ellos, todavía otros, y todos en el mismo Espíritu. Y todos y en todo tiempo, deberán conducir el rebaño del Señor que les ha sido confiado, no como dominadores, sino como modelos del rebaño (1P 5,3), con total desinterés y con todo el impulso de su corazón. Tan sólo así podrán un día recibir la recompensa merecida, cuando el Jefe de los pastores aparecerá nuevamente.
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