miércoles, 2 de diciembre de 2020

LA EFICACIA DE LA ORACIÓN

¿Por qué Dios no escucha nuestras oraciones?
 

    Se considera que hay principalmente tres motivos por los cuales Dios no atiende a nuestras peticiones. El primero nos lo advierte san Pablo:«…nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene» (Rom 8,26). Efectivamente, a veces pedimos de un modo incorrecto. Esto suele estar relacionado con nuestra disposición ante Dios. Lo explica muy bien Jesús en la parábola del altivo fariseo y el humilde publicano que acuden al Templo a orar, y que acaba así: «Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (Lc 18,14).

    En otras ocasiones, el error radica en el contenido de nuestra petición. Hemos de reconocer que tenemos una gran tendencia a pedir simples caprichos. Pedimos cosas que nos gustan pero que no redundan en lo importante, es decir, en el bien de la gente y en nuestra salud física y espiritual. Algo parecido les pasó a los hijos del Zebedeo, quienes, por medio de su madre, le piden a Jesús sentarse a su derecha y a su izquierda en su Reino, a lo que Él contesta: «No sabéis lo que pedís»(Mt 20,22). Su madre había hecho bien la petición, porque se arrodilló humildemente ante Jesús, pero lo que pedía no entraba dentro de la lógica del Evangelio, porque pensaba en la gloria, el honor y el poder de sus hijos. Pero después Jesús les explicó la perspectiva evangélica de lo que estaban pidiendo, que no era otra cosa que dar la vida por el Reino, y esto lo aceptaron inmediatamente ambos apóstoles. Y, así, pasados los años, Jesús satisfizo su petición.

    El tercer motivo por el cual Dios parece no atender nuestras peticiones es más misterioso. Todos tenemos experiencia de haber pedido con humildad a Dios algo que es evangélicamente correcto –por ejemplo: que un amigo supere un cáncer–, pero, aparentemente, Dios no ha atendido nuestra petición. Decimos «aparentemente» porque quizás, misteriosamente, Dios sí la ha atendido, pero no lo ha hecho a nuestra manera, sino a la suya, haciendo lo que Él considera más correcto. Desgraciadamente, en muchas ocasiones, esto es difícil de saber, porque supera nuestra capacidad comprensiva. Siguiendo con el ejemplo del amigo enfermo de cáncer, si acaba muriendo a causa de esta dolencia, surge en nosotros esta desgarradora cuestión: ¿Cómo es posible que Dios le haya dejado morir? Éste es un tipo de pregunta que todos, de un modo u otro, nos hemos hecho, y a la que no hemos encontrado respuesta.

Fuente: Dominicos 

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