Jesús, en la Eucaristía, recibe más desprecios y burlas que en el Pretorio de Pilato. No solo son los soldados los que lo tratan como a un loco, sino también los que nos decimos sus discípulos, nos arrodillamos delante de Jesús, pero con nuestro corazón lejos de Él. Cuántas veces nuestras comuniones son frías por nuestras disipaciones y le volvemos a poner la corona de espinas con nuestras actitudes muchas veces irrespetuosas.
Reflexiona
En la Pasión, los que lo atormentaron fueron sus enemigos que no creían en Él. En la Eucaristía, somos muchas veces los mismos cristianos, quienes nos decimos sus discípulos, los que lo atormentamos. Por todos estos sacrificios el Corazón de Jesús pide reparación.
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