¡Mostremos un alma valiente!
Nada debe impedir la carrera de quienes sobre la tierra son compañeros de ruta en esta vida evangélica. Aunque la ruta sea despareja y ardua, debemos caminar con agilidad, mostrar un alma valiente y viril, franquear los obstáculos, pasar de sendero en sendero y de colina en colina hasta subir sobre la montaña del Señor y estar establecidos en el santo lugar de su impasibilidad. En la ruta, los compañeros se ayudan. Entonces, mis hermanos, como dice el Apóstol, “Ayúdense mutuamente a llevar las cargas” (Gal 6,2) y suplan las necesidades de ellos (cf. 2 Cor 8,14; Flp 2,39). A la negligencia que quizás reina hoy, sucederá mañana un noble coraje. Ahora estamos en la tristeza, mañana remontaremos y encontramos la alegría. En este momento las pasiones se levantan, mas dentro de poco el Señor viene a nuestro socorro, ellas son vencidas y la calma retorna. No te veremos igual ayer y antes de ayer y no serás siempre el mismo, querido mío. Sino que la gracia de Dios vendrá cerca de ti, el Señor combatirá por ti. Quizás dirás como el gran Antonio: “¿Dónde estabas tú recién?”. Te responderá: “Quería verte combatir”. En adelante hijos, perseveremos, tengamos un poco de paciencia, hermanos, mis hermanos. (…) ¿Quién será coronado sin haber combatido? ¿Quién reposará sin estar fatigado (cf. 2 Tm 2,5-6)? ¿Quién recogerá los frutos de vida sin haber plantado las virtudes en su alma? Cultívenlos, preparen la tierra con gran cuidado. ¡Penen y suden, hijos, trabajadores de Dios, imitadores de los ángeles, émulos de los seres incorporales, antorchas de quienes están en el mundo (cf. Flp 2,15)!
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