miércoles, 22 de enero de 2020

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 23 de Enero - "Muchos seguían acudiendo a él de todas partes"


       San Efrén (c. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia Diatessaron, oración final; SC 12, 404ss

“Muchos seguían acudiendo a él de todas partes.”

    ¡Oh misericordias, enviadas y derramadas sobre todos los hombres! Vienen de ti, Señor, tú que en tu compasión por todos los hombres has salido a su encuentro. Por tu muerte les has abierto los tesoros de tu misericordia... Tu ser profundo queda escondido a la mirada de los hombres, pero es anunciado en los movimientos más insignificantes. Tus obras nos dan las pistas para conocer al autor y las criaturas nos hablan de su creador (Sb 13,1; Rm 1,20), para que podamos tocar a aquel que se sustrae a la búsqueda intelectual, pero que se da a conocer en sus dones. Es difícil llegar a estar delante de él cara a cara, pero es fácil acercarse a él.

    Nuestro agradecimiento es insuficiente, pero te adoramos en todas las cosas por tu amor hacia todos los hombres. Tú nos distingues a cada uno de nosotros por el fondo de nuestro ser invisible, nosotros, que estamos todos unidos fundamentalmente por la única naturaleza de Adán... Te adoramos, tú que nos has puesto en este mundo a cada uno de nosotros, que nos has confiado todo lo que hay en él y nos sacarás de él en el momento que ignoramos. Te adoramos, tú que has puesto tu palabra en nuestros labios para que pudiéramos presentarte nuestras peticiones. Adán te aclama, él que descansa en la paz, y nosotros, su posteridad, con él, ya que todos somos beneficiarios de tu gracia. Los vientos te alaban,... la tierra te canta..., los mares te bendicen..., los árboles te aclaman, las plantas y las flores te enaltecen.. Que todo lo que existe se una en una voz para alabarte, darte gracias por todas las bondades y te bendiga en la paz.

    A nosotros nos conviene enaltecerte en todo momento, con toda nuestra voluntad y tú derramas sobre nosotros algo de tu plenitud, para que tu verdad nos convierta y que así desaparezca nuestra debilidad que, sin tu gracia, no puede llegar hasta ti, tú el Dador de todo don.

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