domingo, 13 de octubre de 2019

SANTO ROSARIO

MISTERIOS DOLOROSOS
(Martes y Viernes)

    Los Misterios Dolorosos tienen como objetivo recordarnos los momentos más significativos de la Pasión y la Muerte de Jesús, por nuestra salvación. Nos acercamos a contemplar estos Misterios, con profunda humildad y gran devoción, por lo que ellos representan para cada uno de nosotros y para el mundo entero, incluyendo, sin duda, a quienes ni siquiera saben de ello.


QUINTO MISTERIO DOLOROSO

JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Del Evangelio según san Juan: (19,2830)

    Después, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, dijo: "Tengo sed", y con esto también se cumplió la Escritura. Había allí un jarro lleno de vinagre. Pusieron en una caña una esponja empapada en aquella bebida y la acercaron a sus labios. Jesús probó el vino y dijo: "Todo está cumplido". Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.


Reflexión 

    Las profecías sobre el Mesías han sido cumplidas. Jesús ha muerto y ha muerto por amor. El amor más grande del mundo, que es el amor mismo de Dios. El dolor ha llegado a su culmen, pero el amor lo superó infinitamente. Jesús está muerto, realmente muerto, pero aún subsiste la esperanza. A pesar de la profunda oscuridad que rodea el Calvario, se vislumbra a lo lejos una pequeña luz que puede iluminarlo todo de nuevo. Una luz que sin duda crecerá y derrotará el miedo y la soledad de la noche que envuelve al mundo entero.

    Aunque parezca contradictorio y difícil de creer, ya no tenemos nada que temer, el mal ha sido vencido definitivamente por el bien. Sólo hace falta que transcurra un poco de tiempo para que podamos experimentarlo personalmente.


Intención

    En esta quinta y última decena del Rosario, demos gracias a Dios por nuestra salvación y la salvación del mundo entero, que Jesús consiguió para nosotros con su muerte en la cruz, y entreguemos le nuestra propia vida, como un acto de correspondencia a su amor. Oremos muy especialmente, para que todos los hombres y mujeres del mundo abran su corazón al amor salvador de Dios, que se nos da cada día de mil maneras distintas, aunque muchas veces no sepamos reconocerlo y aceptarlo.

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