Escritos: Dios no nos deja en la completa ignorancia. La Fe ortodoxa, I, 1.
«Nunca nadie ha visto Dios. El Hijo único que se encuentra en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1,18). Lo divino es inexplicable e incomprensible: «nadie conoce al Padre, excepto el Hijo o aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27), y el Espíritu Santo conoce igualmente a Dios… Pero después de este primero y bendito conocimiento divino, nadie ha conocido a Dios sino aquellos a quien Dios mismo se revele…
Por tanto, Dios no nos dejó en la completa ignorancia, porque cada uno ha sembrado en sí, el conocimiento de que existe un Dios. La creación, por su cohesión y su dirección, proclama la magnificencia de la naturaleza divina (cf. Rm 1.20). A continuación, la Ley y los Profetas y su único Hijo, el Señor, «nuestro Dios y Salvador Jesucristo» (2Pe 1,1), han demostrado el conocimiento de Dios, de acuerdo a lo que podemos conseguir. Por eso todo lo que nos fue transmitido por la Ley y los Profetas, los Apóstoles y los Evangelistas, lo aceptamos, lo conocemos, aplicamos nuestra devoción y no buscamos más allá.
Dios es bueno; apela al bien… Como él lo sabe todo y lo que nos conviene a cada uno, nos revela lo que nos es útil de conocer y lo que podemos llevar. Debemos, por lo tanto, contentarnos con esto y permanecer en ello.
«Herodes quería ver a Cristo» (Lc 9,9).
«Nunca nadie ha visto Dios. El Hijo único que se encuentra en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer» (Jn 1,18). Lo divino es inexplicable e incomprensible: «nadie conoce al Padre, excepto el Hijo o aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27), y el Espíritu Santo conoce igualmente a Dios… Pero después de este primero y bendito conocimiento divino, nadie ha conocido a Dios sino aquellos a quien Dios mismo se revele…
Por tanto, Dios no nos dejó en la completa ignorancia, porque cada uno ha sembrado en sí, el conocimiento de que existe un Dios. La creación, por su cohesión y su dirección, proclama la magnificencia de la naturaleza divina (cf. Rm 1.20). A continuación, la Ley y los Profetas y su único Hijo, el Señor, «nuestro Dios y Salvador Jesucristo» (2Pe 1,1), han demostrado el conocimiento de Dios, de acuerdo a lo que podemos conseguir. Por eso todo lo que nos fue transmitido por la Ley y los Profetas, los Apóstoles y los Evangelistas, lo aceptamos, lo conocemos, aplicamos nuestra devoción y no buscamos más allá.
Dios es bueno; apela al bien… Como él lo sabe todo y lo que nos conviene a cada uno, nos revela lo que nos es útil de conocer y lo que podemos llevar. Debemos, por lo tanto, contentarnos con esto y permanecer en ello.
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