miércoles, 10 de abril de 2019

MEDITACIÓN DEL EVANGELIO - 11 de Abril «Abraham vio mi Día y se alegró.»



    San Cesáreo de Arles, Homilía 83

«Abraham vio mi Día y se alegró.» (Jn 8, 56)

  ¿Entonces, dónde se efectuó este encuentro [de Abraham y de sus tres visitadores]? «En la encina de Mambré», lo que significa “visión” y además “perspicacia”. ¿Veis en qué lugar el Señor puede organizar un encuentro? Es verdad que las cualidades de clarividencia y de perspicacia de Abraham le gustaban al Señor; tenía el corazón puro, de modo que le era posible ver a Dios (cf Mt 5,8). En tal lugar, en tal corazón, el Señor podía pues reunir a sus convidados.

  En el Evangelio, el Señor habló a los judíos de este encuentro; les dice: «Abraham, vuestro padre, exultó al pensar que vería mi día. Lo vio y desbordó de alegría». «Vio mi día», dice, porque reconoció el misterio de la Trinidad. Vio en su día al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y a las tres personas reunidas en un solo día, totalmente en un Dios Padre, un Dios Hijo y un Dios Espíritu Santo, que son tres en un sólo Dios.


  En efecto, cada persona divina en particular es un Dios separado, y simultáneamente las tres juntas son Dios. No es incongruente identificar al Padre, al Hijo y al Santo Espíritu en las tres medidas de harina que aporta Sara, ya que hay unidad de sustancia. Podemos sin embargo avanzar otra interpretación y ver en Sara la imagen de la Iglesia: las tres medidas de harina pueden ser interpretadas como la fe, la esperanza y la caridad. Estas tres virtudes reúnen en efecto los frutos de la Iglesia universal; todo hombre que mereció reunir en él estas tres virtudes, puede estar asegurado de recibir la Trinidad entera en su corazón.

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