TIEMPO DE CUARESMA
LUNES DE LA SEMANA IV
Propio del Tiempo. Salterio IV
1 de abril
OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:V. Señor abre mis labios
Si ésta es la primera oración del día:V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. A Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió, venid, adorémosle.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Himno: ESTE LARGO MARTIRIO DE LA VIDA
Este largo martirio de la vida,
la fe tan viva y la esperanza muerta,
el alma desvelada y tan despierta
al dolor, y al consuelo tan dormida;
esta perpetua ausencia y despedida,
entrar el mal, cerrar tras sí la puerta,
con diligencia y gana descubierta
de que el bien no halle entrada ni salida;
ser los alivios más sangrientos lazos
y riendas libres de los desconciertos,
efectos son, Señor, de mis pecados,
de que me han de librar esos tus brazos
que para recibirme están abiertos
y por no castigarme están clavados. Amén.
Este largo martirio de la vida,
la fe tan viva y la esperanza muerta,
el alma desvelada y tan despierta
al dolor, y al consuelo tan dormida;
esta perpetua ausencia y despedida,
entrar el mal, cerrar tras sí la puerta,
con diligencia y gana descubierta
de que el bien no halle entrada ni salida;
ser los alivios más sangrientos lazos
y riendas libres de los desconciertos,
efectos son, Señor, de mis pecados,
de que me han de librar esos tus brazos
que para recibirme están abiertos
y por no castigarme están clavados. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.
Salmo 72 I - POR QUÉ SUFRE EL JUSTO
¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y engreídos;
no pasan las fatigas humanas
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo,
y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?»
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Que bueno es el Dios de Israel para los justos.
Ant 2. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
Salmo 72 II
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: «Voy a hablar como ellos»,
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
pero me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
Ant 3. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
Salmo 72 III
Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú tomas mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?;
y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi herencia eterna.
Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y proclamar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
V. Convertíos y creed la Buena Noticia.
R. Porque está cerca el reino de Dios.
PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 7, 11-28
EL SACERDOCIO ETERNO DE CRISTO
Hermanos: Si la perfección hubiese venido por el sacerdocio levítico (pues en él se fundaba la legislación del pueblo), ¿qué necesidad había de suscitar otro sacerdote según el rito de Melquisedec, y no según el rito de Aarón?
Cambiado el sacerdocio, necesariamente se cambió también la ley. Pues bien, aquel de quien dice estas cosas la Escritura pertenece a una tribu distinta de la de Leví, y de ella nadie se consagró nunca al altar. Todo el mundo sabe que nuestro Señor nació de la tribu de Judá, de la que nada dijo Moisés referente al sacerdocio.
Y esta sustitución de la leyes todavía más evidente si surge otro sacerdote según el rito de Melquisedec, que ha sido constituido tal, no por una ley de prescripción carnal, sino por el poder de una vida indestructible. Así Dios afirma de él: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.»
Y, así, queda abrogada la ordenación anterior por razón de su ineficacia e inutilidad, pues la ley no llevó nada a su perfección, ya que no era más que una introducción a una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.
Y este sacerdote no fue constituido sin juramento por parte de Dios. Aquéllos lo fueron sin juramento, pero éste fue constituido con juramento, pronunciado por aquel que le dijo: «Juró el Señor y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para siempre.» Así, Jesús se hace fiador de una alianza mucho más excelente que la primera. Y mientras aquéllos fueron constituidos sacerdotes en gran número, porque la muerte les impedía perdurar en su sacerdocio, éste, como permanece para siempre, tiene un sacerdocio eterno. De aquí que tiene poder para llevar a la salvación definitiva a cuantos por él se vayan acercando a Dios, porque vive para siempre para interceder por ellos.
Y tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, sin maldad, sin mancha, excluido del número de los pecadores y exaltado más alto que los cielos. No tiene necesidad, como los sumos sacerdotes, de ofrecer víctimas cada día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Esto lo hizo una vez por todas, ofreciéndose a sí mismo. Y es que la ley constituyó sumos sacerdotes a hombres sometidos a fragilidad; en cambio, la palabra de aquel juramento posterior a la ley constituyó al Hijo sumo sacerdote perfecto para siempre.
RESPONSORIO Hb 5, 5. 6; 7, 20. 21
R. Cristo no se dio a sí mismo la gloria del sumo sacerdocio, sino que la recibió de aquel que le dijo: * «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.»
V. Los sacerdotes de la antigua ley fueron constituidos sin juramento, pero Jesús fue constituido con juramento, pronunciado por aquel que le dijo:
R. «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.»
SEGUNDA LECTURA
De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el Levítico
(Homilía 9, 5. 10: PG 12, 515. 523)
CRISTO, SUMO SACERDOTE, ES PROPICIACIÓN POR NUESTROS PECADOS
Una vez al año, el sumo sacerdote, dejando afuera al pueblo, entraba en el lugar donde se hallaban el propiciatorio, los querubines, el arca de la alianza y el altar de los aromas; lugar donde sólo al sumo sacerdote le estaba permitido entrar.
Pero fijémonos en nuestro verdadero sumo sacerdote, el Señor Jesucristo. Él, habiendo tomado la naturaleza humana, estaba con el pueblo todo el año, aquel año, a saber, del cual dice él mismo: Me envió a evangelizar a los pobres y a proclamar el año de gracia del Señor. Y, una vez durante este año, el día de la expiación, entró en el santuario, es decir, cuando, cumplida su misión, penetró en los cielos, entró a la presencia del Padre, para hacerle propicio al género humano y para interceder en favor de todos los que creen en él.
El apóstol Juan, conocedor de esta propiciación que nos reconcilia con el Padre, dice: Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Si alguno peca, abogado tenemos ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es propiciación por nuestros pecados.
También Pablo alude a esta propiciación, cuando afirma de Cristo: A quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación, por su propia sangre y mediante la fe. Por lo tanto, el día de nuestra propiciación continúa hasta el fin del mundo.
Dice la palabra de Dios: Pondrá el incienso sobre las brasas delante del Señor, para que el humo del incienso cubra el propiciatorio que está sobre el documento de la alianza, y así él no muera. Después tomará sangre del novillo y rociará con el dedo el lado oriental de la placa o propiciatorio.
Este texto nos recuerda el modo como en el antiguo Testamento se celebraba el rito de la propiciación ante Dios; pero tú que has venido a Cristo, verdadero sumo sacerdote, que con su sangre te hizo a Dios propicio y te reconcilió con el Padre, trasciende con tu mirada la sangre de las antiguas víctimas y considera más bien la sangre de aquel que es la Palabra, escuchando lo que él mismo te dice: Ésta es mi sangre, que será derramada por vosotros para el perdón de los pecados.
El hecho de rociar el lado oriental tiene también su significado. De oriente nos viene la propiciación, pues de allí procede el varón cuyo nombre es Oriente, el que ha sido constituido mediador entre Dios y los hombres. Ello te invita a que mires siempre hacia oriente, de donde sale para ti el sol de justicia, de donde te nace continuamente la luz, para que no camines nunca en tinieblas, ni te sorprenda en tinieblas aquel día último; para que no se apodere de ti la noche y oscuridad de la ignorancia, sino que vivas siempre en la luz de la sabiduría, en el pleno día de la fe, bajo la luz de la caridad y de la paz.
RESPONSORIO Cf. Hb 6, 19. 20; cf. 7, 2. 3
R. Jesús, el Cordero sin mancha, penetró hasta el interior del santuario, como precursor nuestro, * constituido sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
V. Él es el rey de justicia, cuya vida no tiene fin.
R. Constituido sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios nuestro, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos, haz que tu Iglesia progrese por la celebración de estos sacramentos de vida eterna y no permitas que le falten nunca los auxilios necesarios para su vida terrena. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
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