TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA X
11 de junio
«Lo que habéis recibido gratuitamente,
dadlo gratuitamente»
En la persona, pues, de los obispos, a quienes asisten los presbíteros, el Señor Jesucristo, Pontífice supremo, está presente en medio de los fieles. Porque sentado a la diestra del Padre, no está ausente de la congregación de sus pontífices, sino que, principalmente a través de su servicio eximio, predica la palabra de Dios a todas las gentes y administra continuamente los sacramentos de la fe a los creyentes, y por medio de su solicitud paternal va congregando nuevos miembros a su Cuerpo con regeneración sobrenatural; finalmente, por medio de su sabiduría y prudencia dirige y ordena al Pueblo del Nuevo Testamento en su peregrinar hacia la eterna felicidad...
Para realizar estas cargas tan altas, los apóstoles fueron enriquecidos por Cristo, con una efusión especial del Espíritu Santo, que descendió sobre ellos (Hch 1,8; 2,4; Jn 20,22). Y ellos, a su vez, por la imposición de las manos, transmitieron a sus colaboradores este don espiritual (1Tm 4,14; 2Tm 1,6), que ha llegado hasta nosotros en la consagración episcopal. Enseña pues, el santo concilio, que en la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacramento del orden, llamada, en la práctica litúrgica de la Iglesia y en la enseñanza de los Santos Padres, sumo sacerdocio, cumbre del ministerio sagrado. La consagración episcopal, junto con el oficio de santificar, confiere también los oficios de enseñar y regir, los cuales, sin embargo, por su misma naturaleza, no pueden ejercerse sino en comunión jerárquica con la cabeza y los miembros del colegio. Pues según la Tradición..., es cosa clara que por la imposición de las manos y las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime el sagrado carácter, de tal manera que los obispos, de modo visible y eminente, hacen las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Pontífice, y actúan en lugar suyo.
Fuente: ©Evangelizo.org
San Agustín
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